sábado, 16 de julio de 2011

El trigo y la cizaña

Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega;
en el tiempo de la siega diré a los segadores:
Recoged primero la cizaña
y atadla en haces para quemarla,
pero el trigo recogedlo en mi granero. (Mt 13,30)


El Espíritu Santo viene en nuestra ayuda para que podamos orar de verdad porque nosotros ni siquiera sabemos pedir lo que nos conviene. Es muy difícil despojarse de esta mentalidad humana que nos atrapa en las cosas del mundo, es difícil ver la vida con los ojos de Dios porque, a fin de cuentas, somos seres humanos y pensamos como tales. Pero el Señor nos ha concedido el Espíritu para que podamos comprender la  intimidad de Dios.
Así hemos podido conocer el Amor, el Amor con mayúscula, que es lo que define a nuestro Padre Dios. Y porque Dios es amor, lo que más lo caracteriza es la misericordia que tiene con todos nosotros.
En nuestra forma humana de pensar podemos desanimarnos al ver cómo prosperan los tramposos o los violentos y cómo los buenos se ven muchas veces injustamente tratados. Nos gustaría que las cosas fueran de otra manera, que Dios pusiera a los malvados en su lugar y premiara claramente a los que hacen su voluntad.
En la parábola del trigo y la cizaña se destaca la paciencia de Dios. Es un padre que no quiere perder a ninguno de sus hijos, por eso espera toda una vida para que haya lugar al arrepentimiento y pueda perdonar.
Gracias a la paciencia de Dios, también a ti te ha dado la oportunidad de arrepentirte de tus pecados y comenzar una vida nueva, es más, te sigue perdonando cada día y te renueva constantemente su confianza.
Jesús nos anima también a poner nuestra mirada más allá de los límites de este mundo. Hay que mirar al Reino futuro donde Dios hará justicia y brillarán como el Sol los justos.
Piensa siempre en el gran premio que tendrás por haberte esforzado en el bien y haberte apartado del mal. No importan las dificultades o incomprensiones de esta vida porque tu Padre Dios sabrá recompensarte generosamente por haber amado y haber dado tu vida por los demás.
Fíjate bien y verás que también ya, en esta vida terrenal, brillan como el sol los que obedecen a Dios y aman de corazón a sus hermanos. Todo el mundo sabe reconocer al que se sacrifica por el prójimo.
Entre todos los justos tenemos a María que ha brillado como el sol a lo largo de toda la historia. Que ella siga siendo nuestra guía nuestro modelo para toda la vida.

Espíritu Santo, ven a fortalecer mi debilidad. Ábreme el entendimiento para comprender el amor de Dios y ensancha mi corazón para que sea capaz de entregar mi vida viviendo el Evangelio.

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