viernes, 29 de julio de 2011

Multiplicación de los panes y los peces

Todos comieron y se hartaron;
y se recogieron doce canastos
 llenos de las sobras. (Mt 14,20)


A menudo siento cómo Dios me anima a confiar en él que es quien me lo da todo. Recuerdo esa comparación con los pájaros o las flores del campo a los que Dios cuida y alimenta. O esa profecía de Isaías que nos invita a comer sin pagar vino y leche de balde. Cuando echo una mirada sobre mi vida puedo reconocer que es verdad que Dios no me ha fallado nunca y que jamás ha dejado que me falte lo necesario.
Pero pienso ahora también en otras personas que no pueden decir lo mismo. Porque la facilidad con que hoy podemos estar comunicados con el mundo nos permite saber cuánto sufrimiento hay por todas partes. Pienso en muchos niños obligados a la esclavitud, o en tanta gente que muere de hambre o de enfermedades que por aquí tienen fácil curación.
Inevitablemente me surge la pregunta: ¿Por qué, Señor? Me atrevo a decirle a Dios que por qué no ha cuidado de toda esa gente como lo ha hecho conmigo. Porque no les ha procurado a todos ellos el alimento o el vestido o, tal vez todavía más necesario, la libertad, la paz y la felicidad.
El Evangelio responde a mi queja con una llamada muy seria por parte de Dios: Dadles vosotros de comer.
La verdad es que quejarse de Dios es bastante sencillo. Algunos, incluso, usan este argumento para decir que Dios no existe. Es muy fácil criticar las riquezas de la iglesia o recordar a la inquisición para luego seguir tranquilamente con nuestra vida.
Ahora bien, si nos ponemos ante Dios con estas preocupaciones, enseguida nos remueve la conciencia: Dadles vosotros de comer.
No esperes un milagro espectacular. Tu interés por los problemas de este mundo tiene que llevarte a un compromiso activo por transformarlo.
Dirás: yo no tengo nada, yo no puedo hacer casi nada.
Pues bien, aquellos discípulos sólo tenían cinco panes y dos peces. Era muy poco para alimentar a tanta gente, pero lo pusieron en las manos de Jesús. El Señor lo bendijo y consiguió que todos comieran y se hartaran.
Eso poco que puedes aportar: un donativo, una oración, algo de tu tiempo, tu deseo sincero de hacer algo por los demás… puesto en las manos de Jesús recibe la bendición de Dios y se multiplica. Dios hace que todo adquiera siempre un poder impresionante.
Así que, ya sabes, menos quejas y lamentos, menos críticas vacías. Lo que hace falta es más compromiso y más dedicación. Dadles vosotros de comer.

Sólo tengo un buen deseo de hacer algo por este mundo. Me siento muy pequeño ante la inmensidad de los problemas que quisiera solucionar. Pero aquí tienes mis manos Señor. Todo lo pongo ante ti para que tú lo multipliques.

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