sábado, 20 de agosto de 2016

LA PUERTA ANGOSTA


Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. (Lc 13,24)



Ante la pregunta sobre si serán pocos los que se salven, Jesús, anima a los discípulos a entrar por la puerta estrecha. La salvación no va a ser un logro personal pero no podemos excusarnos en el amor y la bondad de Dios para dejar la vida pasar sin aportar nada.

Hoy en día no se habla tanto de la condenación y del infierno como en otros tiempos y yo no pienso que haya que volver a meter miedo y a proponer una relación con Dios basada en el temor condenarse.

Pero el encuentro con el Señor no puede ser algo rutinario y vacio. Si yo he conocido cuánto me ha amado Dios y he experimentado en mi vida el poder de su presencia, entonces, su Palabra tiene que dejar huella en mí. Y el Evangelio es Buena Noticia pero también es un mensaje exigente.

En los domingos anteriores se nos han propuesto cosas tan radicales como vender todos los bienes y dar limosna para tener un tesoro en el cielo, se nos ha hecho ver el absurdo de poner el corazón en las riquezas. También nos ha animado a prender ese fuego en nosotros y a estar dispuestos a afrontar la persecución. Así que no podemos pensar que el Señor nos diga que nos quedemos tranquilos porque Dios nos quiere mucho y no nos dejará condenarnos. No. Hay que entrar por la puerta angosta y hay que esforzarse.

Pienso que en estos momentos que vivimos no puede servir para nada una vida cristiana rutinaria, que se limita a cumplir lo mínimo. Hay que esforzarse en vivir con más autenticidad, en hacer que nuestra relación con el Señor nos vaya marcando el camino.

Hay que entrar por la puerta estrecha de una vida espiritual profunda, seria. Una vida de oración que significa que estamos permanentemente en relación con el Señor. Puede parecer que orar es perder el tiempo porque hay muchas cosas que hacer, pero no debemos dejarnos engañar por esos planteamientos materialistas. El Señor nos enseñó con su ejemplo la necesidad de la oración y despertó en los apóstoles el deseo de orar como él.

Hay que entrar por la puerta estrecha de la Caridad, del desprendimiento. Tenemos que ser capaces de vivir con sencillez, como nos dice el lema de Cáritas, para que otros sencillamente puedan vivir. Y deberíamos de tener siempre el deseo de hacer más y de ser capaces de una entrega mayor.

Hay que entrar por la puerta estrecha del testimonio. El testimonio será mi presencia como creyente que ora y se entrega a los demás en medio de mi vida cotidiana, en mi familia, en mi trabajo en mis relaciones con los demás. Así estaremos prendiendo ese fuego que Jesús quería ver ya extendido por todas partes.



Cuando medito tus palabras, Señor, descubro lo lejos que me encuentro de tu propuesta de vida, pero también veo que tú me has marcado el camino  para que vaya por él. Me envías siempre señales que me orientan, me corriges como un Padre para que no me desvíe. Estoy todavía lejos de la meta, pero camino por la ruta que tú me has marcado y tú me guías con tu acción humilde y callada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario