sábado, 31 de agosto de 2024

LA SABIDURÍA DEL EVANGELIO

 «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. (Mc 7,14) 

 

La Palabra de Dios nos invita a alcanzar sabiduría, que es mucho más que conocimiento de cosas o de erudición. Sabiduría es una riqueza interior, que la tienen incluso personas incultas pero que llegan a alcanzar esa ciencia especial que da la vida y la experiencia. 

Para los que conocemos a Jesucristo la sabiduría no es otra cosa que conocerlo cada vez más profundamente. Es penetrar en el evangelio y hacer de él la clave de la vida. 

La Sabiduría no es otra cosa que obedecer a Dios. El libro del Deuteronomio lo plantea como la causa de que las demás naciones se admiren de la sabiduría del pueblo santo. 

Me parece que, en cierto modo, hoy sigue siendo igual. Todo el mundo admira la sabiduría de las personas santas. Quien se empapa de la Palabra de Dios y se empeña en ponerla por obra aparece como alguien sabio, como una persona a la que se puede consultar sobre asuntos importantes porque puede dar un consejo o una opinión digna de tener en cuenta. 

Es posible que muchas veces se presente una imagen distorsionada de las personas religiosas como fanáticas o supersticiosas, pero la realidad es que la gente busca a las personas santas, a los que han hecho del evangelio su estilo de vida, porque en estas personas encuentran una luz y una respuesta a las grandes preguntas. 

Jesús nos propone por eso una espiritualidad, una forma de entender la religión desde dentro, no en los actos externos. Ésta es la sabiduría del cristiano. De dentro salen muchos pecados que nos hacen impuros, pero también de dentro de nosotros brota el amor, la pureza, el esfuerzo por cambiar el mundo, la caridad perfecta o la sinceridad. Los pecados nos hacen impuros, pero todo el bien que sale de dentro de nosotros nos hace santos y nos acerca más a Dios. 

¡Oh Cristo! ¡Oh Verbo! Tú eres mi Señor y mi solo y único Maestro. Habla, yo quiero escucharte y poner tu palabra en práctica. Quiero escuchar tu divina palabra, porque viene del cielo. Quiero escucharla, meditarla, ponerla en práctica, porque en tu palabra está la vida, la alegría, la paz y la felicidad. Habla, Señor, tú eres mi Señor y mi Maestro y no quiero escucharte sino a ti.  

(Antoine Chevrier) 

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