sábado, 31 de agosto de 2019

EL ÚLTIMO PUESTO


Cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido». (Lc 14,10-11)

 Meditando las palabras de Jesús creo que buscar el último puesto es algo que no me brota de forma espontanea. Lo que mi mente me pide es más bien destacar y ser reconocido. Como no lo consigo, porque el éxito y el reconocimiento no son algo para todos los días, muchas veces lo paso mal y tengo envidia de los otros. Pero eso no es todo, cuando consigo algo no me quedo del todo satisfecho, porque tampoco responde a mis expectativas. Vamos, que nunca estoy conforme con nada.
En este sentido, la  propuesta de Jesús es verdaderamente liberadora porque si lo que busco es el último lugar, ése lo tengo ya garantizado y no me voy a sentir mal por lograrlo, porque cualquier cosa, por pequeña que resulte, será siempre más de lo que yo esperaba, aquí no hay expectativas. Así que esta propuesta de Jesús es en realidad una medicina para el orgullo y la envidia y además me libera de muchos malos ratos. Tengo que practicarlo más, porque reconozco que no lo he logrado todavía y sigo enredándome en envidias y ambiciones que no me hacen ningún bien.
Hay otro mensaje de Jesús muy desconcertante, es el de la gratuidad, es decir, hacer el bien sólo por el bien mismo. Así, cuando ni siquiera se recibe el agradecimiento o incluso cuando a cambio se recibe el desprecio, todavía mejor: porque significa que lo que se ha hecho ha sido por puro amor. La mejor recompensa es la conciencia de haber sido útil y haber construido el Reino de Dios. Hay muchos que lo han comprendido y desgastan su vida en silencio dejando una huella imborrable. No los conocemos porque no tienen ni siquiera la recompensa de ser reconocidos y salir a la luz, pero Dios, que lo ve todo, sí conoce todo el bien que están sembrando.

Te doy gracias, Señor, porque me has permitido conocer a sacerdotes, a religiosos y religiosas y a mucha gente que te han conocido y te han seguido en tu humildad y en tu gratuidad y  dan su vida, su tiempo y sus bienes para hacer felices a los demás y anunciar así que tu Reino está en medio de nosotros.

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