sábado, 15 de marzo de 2014

LA TRANSFIGURACIÓN

Levantaos, no temáis (Mt 17,7)

              Los tres apóstoles elegidos tuvieron el privilegio de contemplar a Jesús con toda su gloria. Pudieron comprobar con sus propios ojos que aquel hombre sencillo era verdaderamente Dios. Pudieron entender que Dios no nos muestra su gloria con grandezas y espectáculos llamativos sino más bien se hace presente en lo escondido y hasta en lo débil y pobre. Ésta será la lección que necesitarán aprender cuando llegue el momento culminante de la pasión y la cruz.
          Es la lección que cada año tenemos que recordarnos nosotros con nuestras celebraciones pascuales. Jesús nos ha mostrado la grandeza de Dios y su amor por nosotros padeciendo y muriendo como un malhechor. Pero  viviendo ese amor tan grande que es capaz de dar la vida, viviendo ese amor que no se deja vencer por el odio sino que perdona en el último momento, nos ha mostrado la verdadera grandeza y el poder de Dios.
          A  a aquellos tres discípulos que cayeron al suelo asustados los animó a levantarse y no temer. Pienso que hoy me dirige a mí estas mismas palabras. Es como si me dijera que no me deje vencer por mis pecados, ni por mis miedos ni tampoco por mis debilidades: Él está aquí conmigo y me tiende la mano.
        Sintiendo esta llamada, me levantaré. Me pondré en sus manos para construir su Reino. Me arrepentiré de mis pecados y pediré perdón con confianza, sacaré fuerzas de mí mismo para no dejarme vencer por mis dudas y mis recelos, el Señor está conmigo y no dejará que me ocurra nada.
           Es verdad que la cruz está en el horizonte. El Señor no me va a evitar el sufrimiento, pero no caerá un pelo de mi cabeza sin que Él lo permita. Después de la noche siempre amanecerá un nuevo día. Después de la cruz vendrá la Resurrección y la gloria.


          Tú me has llamado a tomar parte de los duros  trabajos del Evangelio. Yo no soy nada pero te he dicho sí y estoy día tras día trabajando y dando la vida por cambiar este mundo, proclamando tu Palabra para que llegue al corazón de la gente. Son duros los trabajos del Evangelio porque en ellos se pone todo el corazón y tú haces que me sienta unido profundamente a todos mis hermanos, que me alegre con ellos y también que sufra con ellos. Pero no me has dejado solo. Vienes conmigo y me fortaleces con tu Espíritu Santo.

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