sábado, 8 de marzo de 2014

El desierto

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre.

Nuestra cuaresma está inspirada en esta cuaresma del Señor. Es como si hoy pudiéramos acompañar a Jesús al desierto. El desierto, en sentido espiritual, consiste en dejar de lado las preocupaciones cotidianas, intentar alejarnos del ruido y de las prisas de este mundo; hacer silencio interior para poder escuchar la voz de Dios.
Así, a solas con Dios, podemos reflexionar sobre todo lo que Él ha hecho por nosotros cada día y también sobre lo que quiere de nosotros. Es la oportunidad para hablar con Él de nuestras inquietudes y nuestras dudas, para pedirle lo que necesitamos de su gracia, para recibir el perdón de nuestros pecados, también para darle gracias por todos sus dones y para adorarlo y reconocerlo como nuestro único Señor y Dueño.
En estos cuarenta días también se nos proponen obras de penitencia. El ayuno como un signo de nuestro deseo de conversión que no es sólo la privación de algunos alimentos sino también privarnos de cosas superfluas y no tan superfluas para compartir nuestros bienes con los más pobres. De este modo nos vamos haciendo también más fuertes en nuestra vida espiritual.
El desierto es también un lugar de lucha, porque en esta batalla del encuentro con el Señor hay que enfrentarse al diablo. La tentación está también muy presente en nuestra vida de cada día y hay que estar alerta porque puede ser muy sutil. El diablo también tentó al mismo Jesús pero le dio la oportunidad de mostrarnos a todos la forma de vencer: manteniendo siempre la fidelidad al Padre que nos llama y nos envía.
La tentación es el deseo egoísta de triunfar, de tener cosas, de ser poderoso y evitar todo lo que nos pueda hacer sufrir. Es el engaño de Satanás que nos quiere hacer creer que no le importamos a Dios y nos inunda la mente de dudas.
Estos días pueden ser también una oportunidad para hacer más fuerte nuestra fe en el Señor, para recordarnos todo lo que recibimos de Él cada día y no dejarnos impresionar por las humillaciones o las dudas que son obra del diablo. Acercándonos a Dios saldremos fortalecidos de la prueba.
No olvidemos que estos cuarenta días son una preparación para vivir la Pascua del Señor. Todo este recorrido cuaresmal nos conduce a la celebración del Misterio que transformó el corazón del mundo para siempre.

Con tu obediencia has redimido mi pecado y me has mostrado el camino de la santidad. Tú eres la ofrenda que puedo presentar al Padre. Tú has puesto todo el amor que yo nunca tuve para llenar el mundo de luz. Con tu entrega has traído el perdón de los pecados para que a todos nos llegue la Salvación.


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