sábado, 1 de marzo de 2014

El Reino de Dios y su Justicia

Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. (Mt 6,33)

Al conocer al Señor y escuchar su mensaje sólo hay un objetivo en mi vida: su Reino. Y no me refiero a la vida eterna, que llegará después de la muerte, sino a su persona y su proyecto de vida para este mundo presente.
En primer lugar deseo buscarlo a Él, que es quien me sostiene en todo este esfuerzo. Estar con él y sentir que me siento respaldado en una tarea difícil, en muchos casos imposible. Yo sé que no puedo hacer nada, no sé perdonar de verdad, no me veo capaz de amar a mis enemigos, no tengo posibilidad de cambiar este mundo. Apenas puedo cambiar mi propia vida, ¡cuánto más difícil será cambiar la vida de los demás! Por eso busco a Jesús, mi maestro y mi Señor para sentir que no voy solo por el camino. Es su Reino lo que quiero construir en este mundo.
En segundo lugar tengo que hacer que llegue su justicia. Justicia quiere decir santidad, quiere decir amor. La justicia del Reino de Dios es la alegría de un mundo donde todos somos hermanos de verdad, donde nadie pasa necesidad, donde nadie se encuentra solo con su pobreza o su enfermedad. La justicia del Reino lleva consigo la lucha contra la injusticia, la denuncia de los que acumulan a costa de la pobreza de otros, de los que abusan de su poder para gozar de la vida y no se conmueven del sufrimiento de los pobres.
El papa nos propone una acción como iglesia que tiene que ser una luz para el mundo. Nos anima a “Primerear” a tomar la iniciativa, ser los primeros. Hay que dar antes de que te pidan, perdonar antes de que se arrepientan, ponerse a servir antes de que te busquen, porque así es la justicia de Dios que nos ha amado primero. “Involucrarse” y ponerse a lavar los pies de los pobres. No podemos esperar que otros hagan las cosas. “Acompañar”  porque no se trata de dar una ayuda puntual sino de estar al lado de la gente.  “Fructificar” dando la vida por el Evangelio y “Festejar” porque no podemos olvidar que el Reino de Dios es alegría.
En estas cosas es en las que quiero poner todas mis energías. Sé que también necesito comer y vestirme y todas esas cosillas materiales que a todos nos hacen falta, incluso algunas que son secundarias y las hemos hecho necesarias. Pero todo esto me dice el Señor que se me va a dar por añadidura. Porque es verdad, mi Padre Dios que alimenta a los pájaros y viste a las flores del campo no me va a dejar a mí abandonado porque para Él soy mucho más importante, soy su hijo querido.


La vida me va enseñando a confiar en ti y a superar día tras día las tinieblas. Tú me acompañas en silencio y, a veces, tengo dudas porque desearía ver las cosas con más claridad. Pero siempre llega el momento en el que descubro que nunca has dejado de acompañarme. Creeré sin ver y aceptaré tu voluntad para que seas tú quien sigas guiando mi vida hacia la plenitud de tu Reino.

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