No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros. (Jn 15,16-17)
El papa nos animó a primerear. Una palabra inventada por él, mirando al mismo Dios, que nos amó primero, o mirando a Jesús que es el que nos ha elegido a nosotros y no nosotros a él.
Podemos sentirnos afortunados porque el Señor se ha fijado en nosotros y nos ha llamado amigos, porque él ha querido llamarnos para que estemos con él y para estar él con nosotros. Y todo esto sin que hayamos hecho nada para merecerlo.
Nos ha elegido sabiendo muy bien nuestros defectos y nuestras grandes limitaciones, sabiendo incluso que somos pecadores y que le vamos a fallar constantemente porque nuestra carne es débil y nos dejamos arrastrar por nuestro egoísmo o nuestra soberbia. Nos ha elegido y nos ha amado primero. Nos ha dado la vida cuando éramos todavía pecadores. Ni siquiera ha esperado a que nos convirtiéramos.
El amor es la definición misma de Dios, esta es la razón de la locura divina. Sólo conoce a Dios el que ama. El que ama puede entender que se perdone siempre, que se espere siempre, que se esté dispuesto a darlo todo, hasta la vida. Por eso, Jesucristo ha convertido el amor en su mandamiento, el único mandamiento. Tal como él lo ha vivido en la relación con el Padre y con todos nosotros sus hermanos.
El papa Benedicto nos hacía la reflexión sobre el amor como un mandamiento. ¿Como se puede mandar algo así? El amor es un sentimiento. Pero Dios nos ha amado y la única forma de corresponder es amándolo. Y el amor a Dios va inseparablemente unido al amor al prójimo. Porque no se puede amar a Dios a quien no vemos si no amamos al hermano a quien vemos.
Jesús nos pide amarnos como él nos ha amado. Esto nos obliga a mirarlo a él y a comprender lo que ha supuesto la entrega de su vida para salvarnos. Pienso que si alcanzamos a comprender lo que ha supuesto la venida de Jesús y su muerte y resurrección sentiremos la necesidad de amarnos unos a otros hasta ese punto. Pienso que si meditamos despacio todo lo que significa la Eucaristía que celebramos, nos sentiremos impulsados a amar sin esperar nada, sin que se merezca, como el Señor nos ha amado. Él mismo dice que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Amarnos unos a otros como él nos ha amado lleva consigo también la entrega total de la vida: entender que la vida es para darla por amor, que nuestro tiempo es para gastarlo en hacer el bien a los demás, que lo que de verdad nos puede hacer felices es darlo todo por amor.
Este será el fruto que produciremos en abundancia y así es como alcanzaremos todo lo que pidamos en nombre de Jesús. Porque la entrega de la vida nos alcanza todo lo que pidamos a Dios.
Cuanto más se muere más vida se tiene. Lo decía el padre Chevrier y creo que voy entendiendo la fuerza de este mensaje al contemplarte en la cruz. Tu muerte, Señor, nos ha dado la vida y por eso no dudaste en obedecer hasta el final. Así venciste al mundo y nos abriste el camino a la santidad. Este es el amor que nos has dado y el amor que nos propones como un mandamiento.
Muchas gracias.
ResponderEliminar