sábado, 12 de febrero de 2022

BIENAVENTURADOS

 

Bienaventurados vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. (Lc 6,22-23)

 
San Pablo le decía a los Corintios que si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida somos los hombres más desgraciados. Ciertamente si todo se va a quedar en esta vida podremos pensar que de nada ha servido ser fiel al Evangelio, que a muchas personas buenas les ha tocado vivir con muchos desprecios y sufrimientos y no han tenido nunca grandes alegrías mientras que por el contrario a muchas personas ambiciosas o violentas todo les ha ido bien y han terminado su vida sin grandes sinsabores. Ciertamente para los creyentes tiene que haber algo mucho más grande que las cosas de esta vida.

    Pablo concluye proclamando que Cristo ha resucitado como primicia de todos los que han muerto. Es su forma de afirmar que nuestra esperanza en Cristo va más allá de las barreras de este mundo. También Cristo, que pasó por la vida haciendo el bien, se vio enfrentado a la difamación y a la injusticia. Ante los ojos de muchos pudo parecer que Dios lo había abandonado y que de nada había servido su obediencia al Padre. Pero no, Cristo resucitó y venció a la muerte y su pasión se convirtió en gloriosa.
    Yo creo que esta reflexión de Pablo puede ser una clave para comprender el mensaje de las Bienaventuranzas como las presenta Lucas.
Se puede llamar felices a los pobres, a los que tienen hambre o a los que lloran, también a los que son perseguidos y difamados por Cristo. Porque su recompensa será grande en el cielo. Porque en esta vida todo lo que se puede acumular se queda aquí pero lo que se acumula ante Dios obtiene una gran recompensa para la eternidad.

    Se puede animar a confiar siempre en el Señor, como hace Jeremías, porque no nos quedamos sólo con las cosas de este mundo. Así podemos estar siempre dispuestos a dar fruto y no nos inquietamos ante las dificultades.
Esta fue la actitud del mismo Jesús en su pasión y por eso pudo mostrar amor y perdón en los momentos más duros. Esta fue la actitud de los mártires cristianos, que sabían que perdían los bienes de este mundo y hasta la vida pero que ganaban bienes mucho mayores y alcanzaban la eternidad.
 
    He decidido confiar en ti y no inquietarme ante las adversidades. Tú siempre tendrás una respuesta que llegará en el momento oportuno. Tú siempre serás mi refugio y mi consuelo y sé que no necesito nada más que tu presencia y la fuerza de tu Palabra.

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