sábado, 4 de mayo de 2019

JESÚS Y PEDRO


Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
            Dicho esto, añadió: «Sígueme.» (Jn 21,17-19)          

Jesucristo había confiado en Pedro sabiendo que lo iba a traicionar. Ya se lo anunció en la última cena y también le dijo que había orado por él porque se tendría que recobrar y tendría que animar a los demás discípulos.
No es pues de extrañar que, a pesar de todo, a pesar de sus negaciones, Jesús le vuelva a confiar sus ovejas, su Iglesia. Tal vez podría el Señor tener motivos para desconfiar de Pedro pero él lo sabe todo, sabe lo que hay en el corazón de cada uno y sabe que Pedro, aunque lo haya negado, lo ama de verdad. Y ya sabemos que Jesús no mira tanto el pecado sino el amor de cada uno. Lo único que le interesa del pecado es poder perdonarlo para dar una nueva oportunidad al pecador. Así que, en Pedro, Jesús no mira el pecado sino el amor que tiene y confía en él para darle la misión más importante.
Luego le habla de la muerte con la que dará gloria a Dios. Porque la muerte será dura, será violenta, se parecerá a la muerte de su Maestro. Y dará gloria a Dios, porque, como Jesús, Pedro habrá sabido dar la vida y perdonar y esperar la resurrección sin miedo.
Termina invitándolo de nuevo a seguirlo. Ser discípulo es un camino que dura toda la vida.  Son inevitables los tropiezos, habrá pecados y muchas caídas, pero el Señor siempre preguntará por el amor y estará una vez más dispuesto a perdonar y a renovar su confianza.
Ya desde el primer momento la Iglesia de Cristo no estuvo formada por hombres perfectos sino todo lo contrario; Jesús puso toda su confianza en hombres mediocres y llenos de defectos. Pero esto ha permitido que todos podamos ser llamados a formar parte de esta comunidad santa.
Es verdad que caemos y  a veces nos llevamos a muchos por delante con nuestra caída. Pero Jesús es el que ha triunfado con la fuerza del amor, y no va a dejar que nos hundamos. Jesucristo es el que ha muerto pero está vivo, el cordero que ha sido degollado pero está de pie y recibe el honor y la gloria. Él no ha derramado su sangre en vano sino que ha ofrecido así el sacrificio que nos salva y nos permite levantarnos y volver a nuestro camino para seguir avanzando. Lo único que importa es que lo amemos y estemos dispuestos a volver a dar nuestra vida por él.

Yo no puedo negar que soy también muy débil. Cómo desearía ser un modelo de discípulo de Jesucristo y no soy más que un hombre débil y lleno de defectos. En cambio, tú, Señor, confías en mí y me renuevas tu confianza. A todas mis excusas les das siempre una respuesta, porque tú  sabes todo lo que hay dentro de mí y conoces cuánto te amo, a pesar de mis pecados y mis cobardías.
Además no me dejas solo. Me has enviado al Espíritu Santo y sabes que con esta fuerza puedo levantarme de todas mis caídas.
Y si ha de llegar la cruz la viviré como un momento de gloria y como una oportunidad para dar testimonio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario