sábado, 5 de octubre de 2013

La fe

Auméntanos la fe (Lc 17,5)

El papa Benedicto XVI nos propuso vivir un año de la fe, por eso siguiendo su indicación toda la Iglesia ha puesto en marcha diferentes iniciativas para reanimar la fe de los cristianos. La verdad es que nos ha tocado vivir una época donde la vida religiosa no es muy valorada y, en algunos casos, es rechazada. Pero esto tiene que convertirse para nosotros en una llamada a vivir con mayor entusiasmo y con mayor vitalidad nuestra fe para poder testimoniar que es Jesús quién sostiene nuestra vida.
Es verdad que vivimos muchas veces experiencias frustrantes como la del profeta Habacuc, que está cansado de confiar en Dios y de pedirle auxilio para no recibir respuesta. Posiblemente cada uno de nosotros puede contar cosas muy concretas.
El Señor anima a Habacuc diciéndole que tenga paciencia porque todo llegará a su momento y le recuerda que el justo vivirá de su fe.
Tal vez, en la situación en la que muchos se encuentran de falta de recursos, por el paro o por los problemas diferentes que estamos viviendo, está haciendo falta que alguien tenga mucha fe para poder dar esperanza y animar con su entusiasmo a trabajar para cambiar las cosas. Alguien que sepa confiar en Dios que no te falla y que si te llama es el primero que está actuando para que todo funcione. Ahí está hoy nuestra responsabilidad. Tenemos un reto por delante: anunciar a Jesús con obras y palabras, y cambiar la vida de las personas para que todos seamos más felices. No se trata de voluntarismo, no es cuestión de embarcarse en muchas cosas para luego quedarse a medias, es más bien respuesta a la llamada del Señor. Por eso es necesaria la fe. Lo que nos mueve es el amor de Jesús que ha dado la vida por nosotros y su promesa de estar siempre a nuestro lado.

Soy un pobre siervo, tú me has llenado de dones y me has puesto ante los ojos todo el amor que nunca habría llegado a imaginar y yo he estado perdido en mi egoísmo, incapaz de descubrir lo que me estabas ofreciendo. Has contado conmigo, sabiendo mi pobreza y mi poca capacidad para llevar a cabo tu proyecto y tienes paciencia con mis quejas, con mi lentitud en el camino y mis tropiezos. Ni siquiera puedo decir que he hecho lo que estaba mandado, sólo puedo reconocer que soy un pobre siervo y que tú eres un gran Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario