sábado, 9 de febrero de 2013

Pescador de hombres


No temas, desde ahora serás pescador de hombres. (Lc 5, 10)

Jesús nos llama para una misión muy especial. Tenemos que llevar la luz al mundo envuelto en tinieblas, hay que ayudar a los que andan perdidos a encontrar el camino. Esa luz y ese camino es el mismo Cristo y lo que nos pide es que seamos sus testigos y que anunciemos a todos su mensaje.
Cuando sentimos esta llamada, enseguida nos topamos con nuestra  incapacidad para responder. ¡Si fuéramos capaces de vivir unidos y dar un ejemplo de amor! ¡Si de verdad viviéramos el Evangelio! Pero vemos que no es así. Que también somos débiles, que también somos materialistas, que también nos dejamos llevar de la ira, que somos egoístas… ¿Cómo hablar de amor y de santidad, de pobreza y de entrega, si nosotros tampoco lo vivimos?
Cuando Pedro entendió quién era Jesús, él mismo se postró y le dijo: “Apártate de mí que soy un pecador”. Le había ocurrido lo mismo al profeta Isaías: “Ay de mí, que soy un hombre de labios impuros”, y también a Pablo: “Yo no soy digno de llamarme apóstol”. Grandes santos como ellos, también sintieron su indignidad para la misión. Pero en ayuda de todos ellos vino la Gracia. San Pablo dirá: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”, y a Isaías un ángel le acercó un ascua a la boca, y también a Pedro Jesús le insiste: “No temas”.
Pedro experimentó su debilidad hasta el punto de negar al Señor, lo que le hizo llorar amargamente. A pesar de todo, su pecado no lo paralizó. Supo acoger el perdón que Jesús le ofreció y tuvo la oportunidad de experimentar de una manera muy personal la misericordia de Dios. Tal vez su propia cobardía lo hizo muy comprensivo con los pecados de los demás, muy paciente con los que dudan o tienen miedo. Así cuando proclama el gozo de haber encontrado a Cristo Resucitado puede compartir que él también ha experimentado la misericordia y  que el perdón ha transformado su vida. Al final tendrá la oportunidad de entregar la vida por su Maestro.
Ahora mira cómo Dios te llama a ser una luz. Ya no puedes poner la excusa de tus pecados o de tus dudas. Él te dice: no temas. Y su amor es como un ascua ardiendo que purifica tus labios. Sólo espera que le digas que sí; Él pondrá sus palabras en tu boca, Él pondrá en tu corazón todo su amor, Él transformará tu vida para hacerte capaz de ser su instrumento. Anímate a decir como Isaías: “Aquí estoy, envíame”.

Señor tengo las redes vacías. He trabajado con afán, he dedicado todas mis energías, he puesto todo mi empeño… pero mis redes están vacías y la noche me envuelve. Tú me dices que reme mar adentro y que las eche de nuevo. Contigo empieza a amanecer y la luz del día me llena de esperanza. Echaré de nuevo las redes por tu Palabra.

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