sábado, 3 de enero de 2015

La llegada de la Gracia

De su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia, porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. (Jn 1, 17)

La presencia de Jesús en nuestro mundo ha dado comienzo a la era de la gracia. Ya el ángel Gabriel había saludado a María con un nombre nuevo, la llamó llena de Gracia. Y es que comenzaba una nueva era en la historia de la humanidad. Hasta entonces la ley había tratado de expresar la voluntad de Dios para animar a los hombres a ser santos, pero había fracasado porque al quebrantarla todos quedaron marcados por el pecado. Pero la Palabra se ha hecho carne; el Hijo de Dios ha venido a nuestro mundo para traernos la luz que disipa toda oscuridad. Él llama a nuestra puerta y podemos abrirle o no. Si lo recibimos nos otorga el poder de ser Hijos de Dios.
Es un poder diferente de los poderes de este mundo. No es el poder de someter a los demás, tampoco el poder de controlar la naturaleza. Es el poder de ser libres como Él, el poder de amar intensamente y de entregar la vida, el poder de afrontar los problemas con paz y de comunicar a los demás esta esperanza. Es el poder de animar, de consolar y de acompañar. En realidad es un poder muy grande que se percibe cuando se cree. Es la verdadera sabiduría.
María, la Llena de Gracia, participó como nadie de este poder. Así ha llegado para todos nosotros la posibilidad de recibir la gracia que Cristo nos ofrece a todos. No podríamos lograrlo por nuestros méritos, porque a nosotros nos cuesta mucho vivir el amor, nos cuesta mucho sacrificarnos o desprendernos de nuestras  cosas. Sabemos bien cómo nos sentimos apegados a lo material. Pero la gracia hace posible que seamos santos. Es la fuerza del Espíritu Santo que actúa en nosotros y pone todo el amor que nos falta; es el poder de la Eucaristía que nos mantiene fuertemente unidos al Señor, es la limpieza de la purificación de nuestros pecados. Todo lo hemos recibido de la plenitud de Jesucristo, la Palabra hecha carne.


El mundo se ha llenado una vez más de tu gloria. Tal vez a muchos le haya pasado desapercibido. Pero tú estás aquí, en medio de nosotros sosteniendo nuestras vidas.

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