viernes, 21 de noviembre de 2014

EL JUICIO FINAL

Señor, ¿Cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos conmigo lo hicisteis. (Mt 25,37-40)

En esta parábola del juicio final aparecen los justos, que son los que han dedicado su vida a hacer el bien. Lo que los ha distinguido no han sido sus palabras bonitas o sus actos religiosos sino su amor desinteresado por los pobres.
Cuando ayudaban a los demás no estaban pensando en otra cosa  que aliviar sus sufrimientos y alegrar sus vidas, ni siquiera lo hacían para ganar el cielo. De su corazón lleno de amor y de misericordia salió como fruto el bien hacia el prójimo. Ni siquiera pretendían agradar a Dios o tranquilizar su conciencia. Querían sencillamente aliviar el sufrimiento de alguien a quien amaban sin más.
Así entiendo yo su sorpresa cuando el Rey de la Parábola les dice que lo estaban haciendo con él. Sin saberlo, estaban socorriendo a Cristo en persona.
Hoy me vienen a la mente las personas que se han arriesgado a socorrer a los enfermos de ébola. A pesar del miedo que causa en la sociedad la posibilidad del contagio de esta enfermedad sabemos que mucha gente han tenido más amor que miedo y han considerado más importante el bien de los enfermos que su propia seguridad. Algunos se han contagiado y otros no, pero creo que todos merecen mi reconocimiento, mi admiración y mi respeto. Algún día también ellos oirán la voz del Señor que les dirá: “lo estabais haciendo conmigo.”
Como estas personas sabemos que hay por todo el mundo mucha gente que es capaz de sacrificar su tiempo, su futuro o su vida entera por servir a los más pobres. Sabemos que también están entre nosotros muchas personas que tienen un amor grande y una generosidad digna de admiración.
Tenemos que animarnos a seguir este ejemplo. Tenemos que dejar que el Evangelio renueve así nuestras vidas para amar y dar la vida como Jesucristo la dio por nosotros. Así  escucharemos, al final de los tiempos, la invitación a heredar el Reino preparado desde el principio.


Señor, te haces presente constantemente en mi camino. Me pides ayuda, comprensión, paciencia. Vienes a mí y yo quiero acogerte y mostrarte el amor que necesitas. Posiblemente muchas veces, sin darme cuenta, te he asistido y otras he podido ser indiferente ante tus problemas. Por eso me dirijo a ti para pedirte que me abras los ojos para descubrir a mi hermano necesitado y que me ensanches el corazón para que esté siempre dispuesto a darlo todo. Por las veces que he pasado de largo te pido perdón y te ruego que me des la oportunidad de corregirme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario