viernes, 20 de diciembre de 2013

El anuncio a José

José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un Hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. (Mt 1,20-21)

Las palabras del ángel a José revelan la grandeza del misterio de Jesús. Él no tiene un padre humano porque su padre es Dios. A José le corresponde el papel de ser su padre en la tierra. En realidad es todo un honor que nunca se habría llegado a imaginar: conocer al Mesías y amarlo como un padre. El ángel llama a José con el título de hijo de David, recordándole que con él se cumplirán las antiguas profecías que anunciaban que el Mesías sería un descendiente del rey David.
También le dice qué nombre le tiene que poner. Así que el nombre del niño viene dado también por Dios. Le pondrá por nombre Jesús, que significa: “Dios Salva”. Y así, en el nombre ya se está diciendo la misión que se le encomienda al niño: salvar a su pueblo de los pecados.
Dios cumplirá así la promesa que hizo en los comienzos de la historia a Adán y Eva. Después de la caída de nuestros primeros padres, Dios anunció que la cabeza de la serpiente sería aplastada por la mujer. El pecado tenía que ser vencido para que la creación recuperara la armonía primordial.
Jesús viene a este mundo para ser salvador. Se equivocan los que sólo buscan condenar, se equivocan los que han hecho de la religión una lista de normas agobiantes que nos encierran en los pecados y nos mandan directos al infierno. Para eso no ha venido Jesús al mundo.
Los pecados nos han hecho infelices, han traído sobre nosotros la desgracia, han hecho que nuestras relaciones sean tensas, han acarreado toda clase de sufrimientos y hasta nos han causado la muerte.
Jesús viene a traer la salvación. Su vida será la muestra del amor de Dios que quiere que todos nos salvemos para estar eternamente con él y llenarnos de su amor. Nos ofrece el perdón de todos nuestros pecados y nos muestra el camino de una vida santa.
Por eso podemos celebrar estas fiestas llenos de alegría. Dios se hace hombre, Dios entra en nuestra vida para salvarnos y librarnos de todo lo que nos hace esclavos. Estábamos destinados a la muerte, pero Él nos ha traído la vida.
Seamos testigos ante el mundo de esta luz de la Navidad. Sepamos agradecer al Señor lo que ha hecho por nosotros y comunicar a todos la alegría de este amor infinito.


Yo sé que nunca seré digno de todos los dones que me has dado. Conozco mis pecados y sé que ellos me apartan de ti. Pero tú has venido a mí para sanarme y devolverme la dignidad de pertenecer a ti. Por pura gracia estoy salvado. La oscuridad de mi corazón se llena con tu luz y se irradia a mi alrededor. Ayúdame a ser un instrumento de tu amor entregando mi vida cada día por los demás.

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