sábado, 23 de noviembre de 2013

Jesús en la cruz

A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido. (Lc 23,35)

Cuando Jesús estaba en la cruz muchos se burlaron de él. Es curioso que reconocían que había salvado a otros. Por eso lo estaban sometiendo a una prueba: que se salve a sí mismo. Querían de esta manera comprobar que de verdad él era el Mesías.
Pero, en realidad es todo lo contrario, la prueba de que Jesús es verdaderamente el Elegido de Dios ha sido que ha salvado a otros, que toda su existencia ha sido siempre para servir y salvar a los otros. Así se ha manifestado el amor.
Tal vez aquellas palabras eran un eco de las tentaciones del desierto. Allí también Satanás lo animaba a preocuparse de sí mismo en lugar de obedecer a Dios. Pero Jesús es el Mesías, el Elegido y por eso se ha negado a sí mismo como el Siervo que se pone en el lugar del pecador.
No hay duda de que ha salvado a otros, a todos los otros. Entre los que han sido salvados por Él estamos tú y yo. Con su entrega nos ha sacado del dominio de las tinieblas. Sin él estábamos dominados por el pecado, agobiados por la muerte y el sufrimiento. Pero ha dado la vida para que tengamos la luz. Nos ha mostrado su Reino.

Hoy me siento salvado por ti. Cuando me cierro en mis fracasos o en mis errores, tú me demuestras todo el bien que puedo hacer cuando te dejo entrar en mi vida, me perdonas los pecados y me llenas de gracia para luchar contra el mal. Me has llevado a la luz de tu Reino. Hoy recibo una lección al contemplarte en la cruz. Tengo que negarme a mí mismo y dar la vida para los demás. No he de temer nada porque tú vas  a estar siempre conmigo.



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