viernes, 5 de abril de 2013

Creer sin ver


Jesús dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente.” (Jn 20,27)

Creo que puedo escuchar hoy las palabras de Jesús echándome en cara mi incredulidad como a Tomás. Por eso yo soy muy comprensivo con la actitud de Tomás, que me parece que es muy habitual entre nosotros. Porque cuando vemos que las cosas van bien es fácil alabar a Dios y darle gracias por todo lo que nos da. Pero otras muchas veces todo se vuelve oscuro, no vemos salida y Dios nos sigue llamando a la confianza en él.
Puedo entender que Tomás estuviera lleno de dudas habiendo visto al maestro morir en la cruz sin que Dios viniera a salvarlo. ¿Cómo es posible creer que alguien que ha muerto ante todos y que ha sido sepultado puede estar vivo?
Yo miro mi vida y también siento que estoy como muerto. Me doy cuenta de que ya no tengo el ardor de otros tiempos, de que la vida me ha hecho más realista y, tal vez, más pesimista. Llevo mucho tiempo viendo cómo mi trabajo pastoral resulta más bien estéril y todos estamos siendo testigos del declive de la fe cristiana en nuestra sociedad: baja la asistencia a misa, los niños abandonan en masa la iglesia después de hacer la primera comunión, se cierran conventos, los seminarios también van descendiendo… y en medio de esta oscuridad vital y espiritual, el Señor me dice que confíe en Él y no sea incrédulo.
También la vida social aparece poco esperanzadora. Estamos cada día oyendo hablar de crisis, de aumento del desempleo, vemos cómo cada día somos más pobres, cada vez más familias en situaciones de verdadera  necesidad… y el Señor sigue queriendo que seamos creyentes y que confiemos en Él.
San Juan estaba desterrado en la isla de Patmos, tenía muchos motivos para pensar que estaba todo perdido. Otros apóstoles habían muerto de forma violenta por anunciar el Evangelio y los cristianos estaban siendo perseguidos, condenados al exterminio. Jesús se le apareció para darle ánimos: Él también estuvo muerto pero ahora está vivo y es quien tiene las llaves de la muerte y del infierno.
En el libro del Apocalipsis de San Juan se nos presenta la historia como una batalla constante entre las fuerzas del bien y del mal, entre Dios y el diablo. Aparecen muchas pruebas, muchos sufrimientos. Pero la victoria final es siempre de Dios, del bien, de la vida.
Está claro que Dios no nos va a librar de la cruz, tampoco libro a su Hijo. Pero, en medio de la oscuridad de todas estas pruebas Jesús está con nosotros. Él ha vencido a la muerte y está vivo para siempre. Vamos a abrirle nuestra puerta para que pueda entrar en nuestra vida y nos transforme para siempre.

Yo también necesito ver para creer y tú me insistes cada día en que debo confiar y esperar en ti. Sé que eres tú quien conduce mi vida y que nada de lo que ocurre se queda fuera de tus planes. Ayúdame a ver la luz para que pueda ser un signo de esperanza para los pobres que buscan una palabra de consuelo. 

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