viernes, 9 de marzo de 2012

El templo

Jesús hablaba del templo de su cuerpo. (Jn 2,21)

Jesucristo es Dios en persona. Los discípulos llegaron a comprenderlo cuando resucitó de entre los muertos. Por eso su cuerpo era un templo, podemos decir que era el único y verdadero templo, ya que en él estaba Dios de una forma única.
Su cuerpo sería destruido y reconstruido en tres días. Jesús estaba anunciando su pasión y su muerte como el signo de su autoridad divina. Para el mundo que busca un signo claro de la existencia de Dios y de su poder se sigue presentando a Cristo que muere en la cruz y al tercer día resucita de entre los muertos. Es un signo que sigue estando escondido, hay que verlo desde la fe. Pero para quien abre los ojos sigue siendo un signo eficaz.
Es, como él mismo había dicho, el signo de Jonás. No podemos presentar ante el mundo hechos grandiosos, ni siquiera una comunidad santa y comprometida. Más bien tenemos el convencimiento de que Dios está en medio de nosotros que seguimos siendo mediocres y pecadores. Hay que abrir los ojos de la fe para descubrir esta presencia y sentir cómo nos sigue mostrando su gloria y su salvación.
Lo mismo que el cuerpo de Jesús es un templo sagrado, cada persona es también templo o sagrario de Cristo. Él ha querido estar identificado con los seres humanos, sobre todo con los pobres y los que sufren.
Es la hora de vivir de verdad el amor auténtico descubriendo a los demás como templos de Dios y estando dispuestos a rendir el culto verdadero que no consiste en rituales complicados sino en entregar la vida por los demás.
Es la hora de purificar el templo que somos nosotros mismos. Como Jesús expulsó de allí a los mercaderes ya los cambistas porque el templo es casa de oración, así también hemos de expulsar nosotros todo materialismo y toda falsedad. Nuestro cuerpo, nuestra persona es también casa de oración, es lugar de encuentro con Dios y para ello queremos en estos días presentarlo digno y limpio.

Señor Jesús, me has ayudado a comprender que tú eres la verdadera sabiduría. Conocerte y amarte es penetrar los secretos del universo, estar contigo es alcanzar los niveles más altos del conocimiento y dar la vida por ti es llegar a la plenitud. 

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