Exhortaba
al pueblo y anunciaba la Buena Noticia. (Lc 3,18)
Puesto que
somos portadores de una Buena Noticia, lo normal será que la alegría esté
siempre en nuestra vida. Está claro que no se trata de una alegría ruidosa y
vacía sino de una alegría profunda que va más allá de los éxitos materiales. La
alegría del Evangelio es la experiencia del cristiano que se sabe amado y
perdonado.
Los profetas
anunciaron la llegada del Mesías como una razón para la alegría. Dios no quiere
castigar al pueblo por sus pecados porque es un padre lleno de ternura. Prefiere
perdonar y ofrecer una nueva oportunidad. El mismo Dios se goza al ver a sus
hijos queridos y desea para todos la felicidad. Estos anuncios nos recuerdan
que tenemos que estar alegres porque nuestro Dios nunca se olvida de nosotros.
La alegría
cristiana lleva unida la bondad. San Pablo nos anima a ser generosos y que todo
el mundo pueda conocer esta mesura. Cuando somos capaces de dar y de servir a
los demás experimentamos una alegría muy profunda porque eso significa que estamos
llenos de Dios. Cuando oramos y nos ponemos en presencia de Dios, Él nos
permite sentir su gran amor por nosotros, nos libera y nos hace vivir momentos muy
intensos.
La cruz no
desaparece de nuestras vidas pero la cercanía del Señor nos permite vivir
siempre con paz y con alegría. Hasta para los momentos más oscuros hay siempre
una razón para la alegría.
Cuando las
gentes escucharon el anuncio del bautista sintieron deseos de gozar de esa
alegría que él proclamaba y preguntaron qué había que hacer. San Juan no le
puso exigencias muy difíciles: ser honrados, compartir las cosas y conformarse
con la paga, con lo necesario. Ciertamente no les hizo promesas que regalaran
sus oídos, sino que exhortaba a ser generosos y honrados.
Tal vez el
encuentro con el niño recién nacido en un pesebre nos ayude a comprender bien
el anuncio de esta alegría. Es la alegría de Dios que se despoja de todo para
venir a estar entre nosotros. Sigamos preparándonos para la celebración de
Navidad.
Señor Jesús. Con frecuencia me lamento
porque las cosas no salen como yo esperaba, me inunda la tristeza por sentir el
fracaso o la soledad. Tú me animas a la alegría y me presentas la vida de los
pobres y los sencillos que saben ser felices en medio de muchas dificultades. Entre
ellos está tú, que te alegras simplemente con que yo desee estar contigo.
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