Vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de
Zacarías en el desierto. (Lc 3,2)
El segundo
domingo de Adviento la liturgia nos presenta a Juan el Bautista, el
precursor del Señor. Como los grandes profetas del antiguo testamento ha sido
poseído por la Palabra de Dios. No ha sido una decisión suya la de salir al
desierto para predicar la conversión sino que la misma Palabra lo ha empujado a
hacerlo. Por eso, un anuncio en el
desierto, donde parece que nadie lo va a escuchar, ha sido capaz de convocar a
la gente y de llamar a los pecadores. Los que la escuchan buscan el bautismo
para recibir el perdón de los pecados. Así es como se empieza a preparar el
camino para recibir al Salvador.
Juan está proclamando buenas noticias; está
gritando que ya ha llegado el momento en que Dios va a cumplir todo lo que
habían anunciado los profetas. Por eso la gente se siente llamada por el
mensaje de aquel hombre extraño que vive en el desierto vestido con piel de
camello.
La Palabra de Dios
sigue viniendo para proclamar buenas noticias y despertar en todos
nosotros la ilusión y la confianza de que las cosas pueden cambiar. Sigue
siendo una llamada a despojarnos del traje de luto: del pesimismo, de la falta
de entusiasmo, de la rutina que nos llena de tristeza. Es la hora de mirar todo
lo que Dios está realizando a nuestro alrededor para recuperar la fe en Él y
poder decir también a los que están tristes que hay muchas razones para la
esperanza.
Ya estamos saturados de malas noticias y
necesitamos dejar que Dios nos ponga alegría en el corazón, porque él sigue
construyendo entre nosotros una obra buena, una comunidad de amor.
Es una buena noticia saber que el papa ha estado
en África y ha levantado el ánimo de aquellas comunidades, que ha llevado un
mensaje de paz y de convivencia y ha dejado una huella en aquellos países tan
maltratados. Pero también podemos encontrar muchas noticias esperanzadoras en
medio de nosotros entre la gente sencilla. Porque seguimos teniendo muchas
comunidades cristianas sobre las que ha venido la Palabra de Dios y las ha
poseído para que anuncien la bondad y la misericordia de Dios y sabemos que hay
muchos creyentes dando testimonio entre la gente.
Es una buena noticia saber que unos chicos jóvenes
empiezan su vida sacerdotal en pueblos pequeños y perdidos pero llenos de
ilusión por estar entregados a una vocación; felices de poder hacer lo que Dios
les pide, llevando consuelo y paz a aquellas personas.
Es una buena noticia saber que existen muchas
religiosas dedicadas a la oración para que Dios siga sosteniendo a los que se
dedican a los demás; que hay muchas comunidades cristianas preocupadas por
servir a los pobres, muchas personas cuidando a los enfermos, muchos
catequistas educando a los niños en valores cristianos.
La Palabra de Dios ha venido sobre nuestra Iglesia
y sigue siendo un grito en el desierto de este mundo materialista para que
vayamos preparando una vez más el camino del Señor.
Tú
comenzaste en mí la obra buena: me saliste al encuentro y te conocí y cambiaste
mi forma de ver las cosas; me llamaste a servir a tu pueblo enseñando tu
Evangelio, perdonando los pecados, consolando a los enfermos, partiendo entre
los hermanos el pan de la Eucaristía que es tu propio cuerpo. Una obra buena
que me supera porque sigo siendo pequeño y pecador. Tú mismo la vas llevando a
buen fin, porque todo está en tu mano.
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