Id
al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación (Mc 16,15)
Nos cuenta el Evangelio cómo Jesús se apareció a los
apóstoles y les reprochó su falta de fe, porque no creyeron a los que habían
sido testigos de su resurrección. Durante toda la vida pública de Jesús, los
Doce se habían caracterizado por ser duros en comprender lo que les decía y
entre ellos había discusiones sobre quién era el más importante. Podríamos decir
que no eran precisamente los más selectos para una misión tan importante como
es llevar por todo el mundo la Palabra de Dios. Pero fue a estos a quiénes
envió como mensajeros del Evangelio.
Lo que habían vivido con Jesús es la Buena Noticia. Ya
sabían ellos que Dios es un Padre, que ha entregado a su propio Hijo para la
remisión de los pecados, que después del duro trance de la muerte viene la
Resurrección, que es posible vivir una vida nueva porque hemos recibido el
Espíritu Santo. Es la Buena noticia que tiene el poder de transformar el mundo.
Pero para que esta Palabra de vida pueda ser eficaz necesita
ser acogida y para ello tiene que ser predicada. A Jesús no le ha importado que
los predicadores sean impecables, él conoce el interior de cada uno y sabe que
no encontrará nunca a nadie a la altura del mensaje que ha de anunciar. Pero él
estará siempre junto a ellos y confirmará con signos y prodigios la Palabra que
se anuncia.
Hoy me ha elegido a mí y también a ti. Cada uno desde
nuestro lugar hemos de colaborar con esta misión de iluminar a toda la creación
con el poder del Evangelio. No estamos a la altura de este mensaje porque no es
posible, nunca podremos llegar a la santidad que corresponde una Palabra que
viene de Dios. Pero la Palabra misma realizará grandes prodigios porque es el
mismo Cristo quien va unido a ella. Aunque te sientas torpe o te cueste
comprender, el Señor ha querido que seas colaborador necesario para impregnar
el mundo de su Evangelio.
¡Qué grande y qué
poderoso eres, Señor! Tan sólo tengo que pensar en ti y ya estás aquí, junto a
mí decidido a darme todo lo que necesito y a hacer grandes cosas con mi pobre
persona. Tú me has buscado y has hecho que te encuentre, me has renovado la
vida por completo y me dejas admirado del inmenso poder de tu Palabra.
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