Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo
os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y
que ese fruto permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi
nombre. (Jn 15,16)
Jesús nos ha
elegido como amigos y no como siervos. Nos ha elegido para comunicarnos el amor
del Padre que se traduce en el perdón de nuestros pecados, en la cercanía a
nosotros para todo lo que necesitamos y en la entrega de su vida hasta derramar
su sangre; para devolver al mundo la santidad con la fuerza de un amor capaz de
llegar hasta el final. Podemos sentir este amor tan grande en los pequeños
detalles de cada día: en el mundo que nos rodea, en la gente que nos quiere y
que nos ayuda y también escuchando estas palabras de vida y celebrando los
sacramentos. Cuando encontramos tiempo para el silencio y dejamos que Jesús nos
hable al corazón, podemos comprender que es verdad, que nos quiere hacer
experimentar el amor del Padre y que llena así nuestro pequeño corazón con la
inmensidad del suyo.
Nos ha
llamado amigos. Él no necesita siervos que le obedezcan por miedo a un castigo,
sino que quiere amigos a los que hacer felices con su amistad y que esa alegría
los anime a corresponder con generosidad, por amor y no por miedo. ¡Qué equivocados
están los que entienden a Dios como un juez severo o los que piensan que deben pasarlo
mal para contentarlo! Jesús nos quiere como amigos para revelarnos los secretos
más ocultos y ponerlos a nuestro alcance. Para enseñarnos que la forma de
conocer a Dios es amando, porque Dios es Amor.
Quiere que
demos fruto abundante y para eso nos deja un único mandamiento: que nos amemos
unos a otros. La forma de corresponder a la amistad de Jesús es amándonos unos
a otros. Por tanto, todo consiste en ser amigos de todos, ser amigos de verdad,
capaces de dar la vida porque ése es el amor más grande. Estar disponibles,
saber perdonar, compartir las alegrías y las preocupaciones, vivir el amor que
hemos recibido de Él.
Al sentir cómo tú me has elegido siendo yo
tan poca cosa he podido descubrir un amor que me supera. Yo soy un instrumento
torpe y tú me has acompañado para hacer de mí algo eficaz. Tú me has elegido a
mí y tú me has hecho capaz de dar fruto abundante. Nada tengo que presumir,
porque todo lo que tengo y lo que soy lo he recibido de ti. Ahora sabiendo que
todo lo que pida en tu nombre el Padre me lo dará, voy a orar y pedir por todo
aquello que necesita el mundo y por todas las personas que me has encomendado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario