Levantaos,
no temáis (Mt 17,7)
Los
tres apóstoles elegidos tuvieron el privilegio de contemplar a Jesús con toda
su gloria. Pudieron comprobar con sus propios ojos que aquel hombre sencillo
era verdaderamente Dios. Pudieron entender que Dios no nos muestra su gloria
con grandezas y espectáculos llamativos sino más bien se hace presente en lo
escondido y hasta en lo débil y pobre. Ésta será la lección que necesitarán
aprender cuando llegue el momento culminante de la pasión y la cruz.
Es
la lección que cada año tenemos que recordarnos nosotros con nuestras
celebraciones pascuales. Jesús nos ha mostrado la grandeza de Dios y su amor
por nosotros padeciendo y muriendo como un malhechor. Pero viviendo ese amor tan grande que es capaz de
dar la vida, viviendo ese amor que no se deja vencer por el odio sino que
perdona en el último momento, nos ha mostrado la verdadera grandeza y el poder
de Dios.
A a aquellos tres discípulos que cayeron al suelo asustados los animó a levantarse
y no temer. Pienso que hoy me dirige a mí estas mismas palabras. Es como si me
dijera que no me deje vencer por mis pecados, ni por mis miedos ni tampoco por
mis debilidades: Él está aquí conmigo y me tiende la mano.
Sintiendo
esta llamada, me levantaré. Me pondré en sus manos para construir su Reino. Me arrepentiré
de mis pecados y pediré perdón con confianza, sacaré fuerzas de mí mismo para
no dejarme vencer por mis dudas y mis recelos, el Señor está conmigo y no
dejará que me ocurra nada.
Es
verdad que la cruz está en el horizonte. El Señor no me va a evitar el
sufrimiento, pero no caerá un pelo de mi cabeza sin que Él lo permita. Después de
la noche siempre amanecerá un nuevo día. Después de la cruz vendrá la
Resurrección y la gloria.
Tú me has llamado
a tomar parte de los duros trabajos del
Evangelio. Yo no soy nada pero te he dicho sí y estoy día tras día trabajando y
dando la vida por cambiar este mundo, proclamando tu Palabra para que llegue al
corazón de la gente. Son duros los trabajos del Evangelio porque en ellos se
pone todo el corazón y tú haces que me sienta unido profundamente a todos mis
hermanos, que me alegre con ellos y también que sufra con ellos. Pero no me has
dejado solo. Vienes conmigo y me fortaleces con tu Espíritu Santo.
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