Sobre
todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.
(Mt 6,33)
Al conocer al Señor y escuchar su mensaje sólo hay un objetivo en mi
vida: su Reino. Y no me refiero a la vida eterna, que llegará después de la
muerte, sino a su persona y su proyecto de vida para este mundo presente.
En primer lugar deseo buscarlo a Él, que es quien me sostiene en todo
este esfuerzo. Estar con él y sentir que me siento respaldado en una tarea
difícil, en muchos casos imposible. Yo sé que no puedo hacer nada, no sé
perdonar de verdad, no me veo capaz de amar a mis enemigos, no tengo
posibilidad de cambiar este mundo. Apenas puedo cambiar mi propia vida, ¡cuánto
más difícil será cambiar la vida de los demás! Por eso busco a Jesús, mi
maestro y mi Señor para sentir que no voy solo por el camino. Es su Reino lo
que quiero construir en este mundo.
En segundo lugar tengo que hacer que llegue su justicia. Justicia quiere
decir santidad, quiere decir amor. La justicia del Reino de Dios es la alegría
de un mundo donde todos somos hermanos de verdad, donde nadie pasa necesidad,
donde nadie se encuentra solo con su pobreza o su enfermedad. La justicia del
Reino lleva consigo la lucha contra la injusticia, la denuncia de los que
acumulan a costa de la pobreza de otros, de los que abusan de su poder para
gozar de la vida y no se conmueven del sufrimiento de los pobres.
El papa nos propone una acción como iglesia que tiene que ser una luz
para el mundo. Nos anima a “Primerear” a tomar la iniciativa, ser los primeros.
Hay que dar antes de que te pidan, perdonar antes de que se arrepientan, ponerse
a servir antes de que te busquen, porque así es la justicia de Dios que nos ha
amado primero. “Involucrarse” y ponerse a lavar los pies de los pobres. No podemos
esperar que otros hagan las cosas. “Acompañar”
porque no se trata de dar una ayuda puntual sino de estar al lado de la
gente. “Fructificar” dando la vida por
el Evangelio y “Festejar” porque no podemos olvidar que el Reino de Dios es
alegría.
En estas cosas es en las que quiero poner todas mis energías. Sé que
también necesito comer y vestirme y todas esas cosillas materiales que a todos
nos hacen falta, incluso algunas que son secundarias y las hemos hecho
necesarias. Pero todo esto me dice el Señor que se me va a dar por añadidura. Porque
es verdad, mi Padre Dios que alimenta a los pájaros y viste a las flores del
campo no me va a dejar a mí abandonado porque para Él soy mucho más importante,
soy su hijo querido.
La vida me va enseñando a
confiar en ti y a superar día tras día las tinieblas. Tú me acompañas en
silencio y, a veces, tengo dudas porque desearía ver las cosas con más
claridad. Pero siempre llega el momento en el que descubro que nunca has dejado
de acompañarme. Creeré sin ver y aceptaré tu voluntad para que seas tú quien
sigas guiando mi vida hacia la plenitud de tu Reino.
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