Bienaventurada la que
ha creído,
porque lo que le ha
dicho el Señor se cumplirá. (Lc 1,45)
Isabel se dirige a María con palabras muy
solemnes. La llama bendita entre las mujeres, llama bendito al fruto de su
vientre, la llama madre de su Señor y también bienaventurada por haber creído. Nos
dice el evangelio que estaba llena del Espíritu Santo. Isabel ha tenido una
revelación de Dios y ha descubierto que Cristo, el Señor, está en el vientre de
María. Ella es por eso la madre de su Señor. San Juan en el vientre de su madre
también ha saltado de alegría ante la presencia de Jesucristo.
Isabel llama a María Bienaventurada. Merece la
pena pensar en este anuncio. María es verdaderamente bienaventurada pero no
porque las cosas vayan a ser fáciles, que no lo serán, sino porque Dios cumplirá
lo que le ha prometido. Recordemos cómo fue la vida de María y cuál fue su
bienaventuranza.
María será bienaventurada aunque vea a su
hijo morir en una cruz como si fuera un criminal. No dudará nunca, a pesar de
tanto dolor y tanta contradicción, porque Dios le ha hablado y no fallará en su
promesa.
La Resurrección del Señor y su ascensión al
cielo serán la prueba de que Dios cumple siempre su Palabra aunque no evite
sufrimientos y noches oscuras.
María es verdaderamente bienaventurada y
bendita entre las mujeres. Así se lo vamos repitiendo constantemente. Porque
ella ha recibido el favor de Dios de una manera insólita, es la llena de gracia,
y nos ha llenado a todos de paz y esperanza.
Mirando hoy a María, la madre de mi Señor
siento que Dios también me ha hecho a mí bienaventurado. Nunca falta a su
Palabra, me colma de bienes y me recuerda siempre cuánto está dispuesto a dar
por mí para que crea, para que me salve, para que no me desanime, para que
obedezca sus mandamientos y me esfuerce en ser santo. Y todo lo que me ha dicho
se cumplirá.
Señor
Jesucristo, tú llenas de luz mis tinieblas con tu presencia. Me haces
comprender tu Palabra y me llenas de esperanza porque eres capaz de transformar
todo lo negativo llenándolo de tu poder de salvación. Tú nunca fallas a tu
Palabra y me has dejado el ejemplo de tu madre para que sepa meditar en el
silencio todo lo que ocurre a mi alrededor y llegue a comprender todo lo que
haces por mí.