Yo soy la verdadera
vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo
arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. (Jn 15,1-2)
Al que
da fruto lo poda para que dé más fruto. Esto es lo que me ayuda a comprender las
pruebas y las situaciones que me desconciertan. No sé si estaré dando el fruto
que debo, pero el hecho de que paso por la poda continuamente es señal de que
sí estoy dando fruto y por eso el viñador, el Padre, me poda cortando todo lo
que no es auténtico.
La verdad es que siempre termino mirando el evangelio según mis propias manías o mis preocupaciones concretas. Creo que eso no es malo, el evangelio hay que aplicarlo a la vida. Pero necesito la poda, necesito confrontar la voluntad de Dios con lo que es mi propia voluntad, comprender con más autenticidad la palabra de Dios y despojarla de todo lo que son mis particularidades. Necesito la poda para pasar de una fe infantil a una fe madura. Necesito la poda para dejar de confiar en mí mismo, en mis cualidades y en mis métodos y confiar en el poder de Dios. Necesito la poda para ser capaz de abandonarme a Dios y no tener miedo a nada.
Visto todo esto, mirando todo lo que hay en
mí, reconozco que necesito mucha poda. Sé que la poda duele, que no es algo
fácil. Pero me hará ser más auténtico y vivir con pasión mi entrega sacerdotal.
Yo te
bendigo y te adoro, Señor Jesús, porque me permites estar unido a ti y dejas
correr la savia de tu amor por mi vida para que produzca fruto abundante. Yo no
puedo hacer nada sin ti pero contigo es posible vivir el amor y transformar el
mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario