Después de hablarles,
el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron
a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la
palabra con las señales que los acompañaban. (Mc 16,19-20)
Celebramos la fiesta de la Ascensión como un
momento culminante de la Pascua. El Hijo de Dios que ha bajado al mundo para
salvarnos, ha sufrido y ha muerto en la cruz pero ha resucitado y ya no muere
más, además ha subido al cielo y está sentado a la derecha de Dios, tiene todo
el poder y toda la gloria de Dios.
Este retorno de Cristo al Padre supone que ya
han cambiado muchas cosas. Dios ha cumplido su promesa de salvación; con la
entrega del Hijo único hemos sido liberados del poder del pecado, ha sido
derrotado el diablo con sus tentaciones, la muerte ha sido vencida y nos espera
la resurrección y la felicidad eterna con Dios. Cristo vuelve al Padre pero ahora tiene un cuerpo humano que lleva
en su carne las marcas de la pasión pero que ya está lleno de gloria.
Jesucristo regresa al cielo pero ha dejado en la tierra la semilla del
Evangelio, la Buena Noticia que tiene que ser anunciada a toda la creación.
Jesucristo regresa al Padre pero no nos abandona,
sigue con nosotros y nos alienta en la transformación del mundo. Nos ha
prometido el Espíritu Santo que nos permitirá realizar las obras que él mismo
hacía durante su vida terrena y nos ha asegurado que volverá de nuevo para
culminar así la salvación del mundo.
Mientras esperamos su venida gloriosa no
podemos quedarnos mirando al cielo. Es la hora de salir a proclamar a toda la
creación esta Buena Noticia y acompañar este anuncio con las señales que el Señor
nos permite realizar.
Cuando se acoge con la fe el anuncio del
Evangelio suceden cosas extraordinarias. Si creemos de verdad en Jesús resucitado
veremos cómo se cumple todo lo que él nos ha dicho y quedaremos sorprendidos al
ver como se ahuyentan los demonios, se sanan los enfermos, se hablan lenguas
nuevas y estamos protegidos de todos los peligros.
El Señor ha subido al cielo, pero sigue muy
cerca de nosotros y podemos gozar de su presencia y de todo lo que nos ofrece.
Señor
Jesucristo, te contemplo lleno de poder y de gloria sentado a la derecha del
Padre. Espero tu venida gloriosa al final de los tiempos y mientras tanto
siento tu llamada a llenar este mundo de todos tus beneficios. Tu Palabra sigue
cambiando mi vida, en la Eucaristía te puedo contemplar en la forma de pan y de
vino, siento que estás acompañando a la comunidad que se reúne en tu nombre y
siempre te encuentro cercano cuando me dirijo a ti en la oración. Gracias Señor
por todos tus dones.
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