Todo lo ha hecho bien;
hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Jesucristo fue un hombre semejante a nosotros en
todo menos en el pecado. Pero también hacía cosas extraordinarias, tenía un
poder sobrenatural que dejaba a todos llenos de asombro. La explicación, para
nosotros es muy simple: además de ser un hombre era también Dios, es Dios hecho
hombre para salvarnos.
Ya habían anunciado los profetas que ocurrirían
estas cosas como una señal de la presencia de Dios en medio de su pueblo. En
momentos muy duros, mucho más difíciles de los que ahora estamos viviendo, el
pueblo encontró esperanza en aquellas profecías.
¿No necesitamos también hoy mensajes de ánimo? ¿No
nos está haciendo mucha falta poder pensar en el futuro con optimismo? A mí se
me ocurre que es una oportunidad para que empecemos a mirar a Dios, a
escucharlo y a creer en sus promesas. Las promesas de Dios se cumplen siempre,
no lo dudes. Lo que pasa es que él actúa de forma distinta, desconcertante.
Mientras estemos apegados sólo a los asuntos de
este mundo, mientras confiemos únicamente en las cosas materiales, tendremos
los ojos cerrados para ver los milagros que todavía suceden a nuestro
alrededor.
Si sólo somos capaces de ver nuestros problemas
particulares y queremos soluciones inmediatas nos perderemos la oportunidad de
descubrir todo lo bueno que Dios sigue haciendo con nosotros y de escuchar todo
lo que tiene que decirnos.
Pero podemos abrirnos al misterio y dejarnos
sorprender por Dios. Él ha escogido a
los pobres de este mundo; a todos nos llama a hacernos pobres y pequeños para
entrar en su Reino. Los sabios y entendidos no alcanzan a comprender este
mensaje, pero sí lo comprenden los pobres, los sencillos, los que reconocen su
ignorancia.
Jesucristo cumplió todas aquellas profecías y la
gente pudo admirar cómo ante él los sordos oían y los mudos hablaban.
Quiero volver a tener un fe sencilla, y también
ingenua ¿por qué no? Le voy a rezar al Señor pidiendo milagros, quiero que siga
haciendo cosas humanamente imposibles. Voy a hablar con él confiando en que es
Dios y lo puede todo. No perderé mi fe por no ver mis deseos cumplidos, pero
seguiré rezando y pidiendo lo imposible y seguiré esperando ver el poder de
Cristo.
Él, que abrió los ojos de los ciegos, me abrirá los
ojos para ver todo lo que hace por mí, me abrirá los oídos para escuchar si
Palabra y soltará mi lengua para que cante sus alabanzas.
Él me abrirá también los ojos para que pueda ver a
mis hermanos y descubra a todos los que me necesitan, abrirá mis oídos para que
escuche el grito de los pobres y me ensanchará el corazón para que entregue mi
vida por ellos, como Él entregó su vida por mí.
Transforma
este mundo nuestro, Señor, para que reine el amor, cura a los enfermos, da
esperanza a los tristes, y abre el corazón de todos a tu Palabra salvadora.
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