Jesús repitió: «Paz
a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho
esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu
Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se
los retengáis, les quedan retenidos». (Jn 20,21-23)
En el evangelio de este día se menciona el
envío de Jesús, se menciona también el Espíritu Santo y se habla del perdón de
los pecados.
Tal vez esto nos puede ayudar a comprender
el mensaje que tienen las lecturas en este día de Pentecostés.
Hemos contemplado durante todo el año a
Cristo cumpliendo la misión que el Padre le encomendó hasta entregar la vida:
El Viernes Santo vimos a Jesús muriendo y derramando su sangre para el perdón
de los pecados. El sacrificio de Jesucristo nos permitió recuperar la santidad,
la imagen divina que Dios puso en cada uno de nosotros desde la creación. Después
de su ascensión un ángel dijo a los discípulos que no se quedaran mirando al
cielo.
Mientras esperamos la segunda venida de
Jesús en gloria somos enviados por el mismo Jesucristo para continuar la misión
de salvar al mundo de los pecados. En la persona de aquellos discípulos que
estaban en el cenáculo todos somos enviados.
Es verdad que nosotros no somos seres
divinos como lo fue él, no somos santos sino que también estamos heridos por
nuestros pecados y no podemos hacer milagros ni nada extraordinario. El Señor,
que nos envía, conoce bien nuestros límites, pero confía en nosotros porque nos
ha enviado el Espíritu Santo para que nos renueve y nos aporte todo lo que nos
falta.
El libro de los hechos de los apóstoles nos
cuenta cómo los discípulos, llenos del Espíritu Santo comenzaron a realizar
cosas extraordinarias: hablaban lenguas, tenían una gran sabiduría y habían
perdido el miedo. El Espíritu Santo se nota en ellos y lo pueden percibir los
que los escuchan.
Hoy el Señor derrama en nosotros el Espíritu
Santo y también se dejará notar y nos
permitirá hacer cosas extraordinarias, no lo dudemos. Abramos nuestros ojos
para ver, desde la fe en Jesús, todo lo que el Espíritu está haciendo para que
sintamos que somos liberados del pecado y que el Reino de Dios continua
abriéndose camino en este mundo.
Espíritu
Santo ven a nosotros: llena de vida y de salud todo lo que está herido de
muerte y enfermedad, infunde en nosotros la sabiduría y la fortaleza para
afrontar las pruebas de esta vida y límpianos del pecado para que puedas
habitar en nosotros y derrochar tu gracia para bien del mundo.