No
temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended
vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro
inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla.
Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Lc 12,32-34)
Una primera reflexión sobre
este texto es que soy pequeño, todos somos pequeños. No nos ha de asustar el
hecho de ver que no estamos a la altura, que nos cuesta ser fieles al Señor,
que entre nosotros no llegamos a amarnos como hermanos. Somos muy pequeños en
todos los sentidos y lo que Jesús nos pide supera todas nuestras capacidades.
Sin embargo nos dice: No temas, y es verdad que al vernos tan débiles y tan
alejados de la santidad podríamos desanimarnos y pensar que nunca llegaremos a
vivir de verdad el Evangelio. Pero Jesús nos dice que el Padre nos lo ha dado,
nos ha dado el Reino; es una forma de mostrarnos que hemos recibido también el
don de llegar a ser santos y vivir la Vida Nueva del Reino de Dios. Somos
pequeños pero Dios Padre nos lo ha dado, nos ha dado a su Hijo, porque así lo
ha querido.
Esto significa que todo es
un don: todo lo que somos, todo lo que tenemos. No hay nada que no hayamos
recibido de Dios. Por lo tanto, el Padre que nos ha dado todas las cosas
seguirá velando por nosotros y seguirá dándonos mucho más de lo que podemos
imaginar. ¿Por qué aferrarnos a cosas de este mundo si podemos alcanzar bienes
mucho mayores?
Es verdad que tenemos
necesidad de las cosas materiales, nos alegran, nos solucionan muchos problemas
y son buenas para nosotros. Son regalos de Dios y no hay que despreciarlos.
Pero si estos bienes de la tierra son buenos los bienes del cielo serán todavía
mejores. Las cosas buenas de este mundo son una muestra de los bienes
extraordinarios que gozaremos junto a Dios.
Por eso Jesús nos anima a
repartir lo que tenemos y así conseguir un tesoro inagotable en el cielo, el
tesoro que no se corroe ni se pueden llevar los ladrones. Es un tesoro que
podremos tener en el corazón. En definitiva es el amor que somos capaces de
entregar. Por este amor lo daremos todo, porque el que encuentra un tesoro
escondido vende todo lo que tiene para hacerse con él y nosotros hemos
encontrado ese tesoro que es Jesucristo.
Estando
contigo se alejan mis temores porque tú me transmites seguridad. Sé que no me
fallas nunca y que tus promesas siempre se cumplen. Por eso sigo confiando en
ti a pesar de las turbulencias.
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