Cuando
te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que
te convidó, te diga:
“Amigo,
sube más arriba”.
Entonces
quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque
todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
(Lc 14,10-11)
Meditando las palabras de Jesús creo que buscar
el último puesto es algo que no me brota de forma espontanea. Lo que mi mente
me pide es más bien destacar y ser reconocido. Como no lo consigo, porque el
éxito y el reconocimiento no son algo para todos los días, muchas veces lo paso
mal y tengo envidia de los otros. Pero eso no es todo, cuando consigo algo no
me quedo del todo satisfecho, porque tampoco responde a mis expectativas.
Vamos, que nunca estoy conforme con nada.
En este sentido, la propuesta de Jesús es verdaderamente
liberadora porque si lo que busco es el último lugar, ése lo tengo ya
garantizado y no me voy a sentir mal por lograrlo, porque cualquier cosa, por
pequeña que resulte, será siempre más de lo que yo esperaba, aquí no hay
expectativas. Así que esta propuesta de Jesús es en realidad una medicina para
el orgullo y la envidia y además me libera de muchos malos ratos. Tengo que
practicarlo más, porque reconozco que no lo he logrado todavía y sigo
enredándome en envidias y ambiciones que no me hacen ningún bien.
Hay otro mensaje de Jesús
muy desconcertante, es el de la gratuidad, es decir, hacer el bien sólo por el
bien mismo. Así, cuando ni siquiera se recibe el agradecimiento o incluso cuando
a cambio se recibe el desprecio, todavía mejor: porque significa que lo que se
ha hecho ha sido por puro amor. La mejor recompensa es la conciencia de haber
sido útil y haber construido el Reino de Dios. Hay muchos que lo han
comprendido y desgastan su vida en silencio dejando una huella imborrable. No
los conocemos porque no tienen ni siquiera la recompensa de ser reconocidos y
salir a la luz, pero Dios, que lo ve todo, sí conoce todo el bien que están
sembrando.
Te
doy gracias, Señor, porque me has permitido conocer a sacerdotes, a religiosos
y religiosas y a mucha gente que te han conocido y te han seguido en tu
humildad y en tu gratuidad y dan su
vida, su tiempo y sus bienes para hacer felices a los demás y anunciar así que
tu Reino está en medio de nosotros.