"Ahora,
Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos
han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz
para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. (Lc 2, 29-32)
Siguiendo las
costumbres de su pueblo, también Jesús fue al templo para ser consagrado con un
sacrificio ritual. Pero esta consagración tenía, sin lugar a dudas, un sentido
mucho más profundo. A fin de cuentas los sacrificios rituales no tienen más que
un valor simbólico, Jesús, se va a consagrar de verdad porque cuando entró en
el mundo ya había ofrecido toda su vida para hacer la voluntad del Padre.
Simeón había
deseado durante muchos años vivir este momento de tener en sus brazos al
Salvador que habían anunciado los profetas y vio cumplido su sueño. Muchos profetas
y justos murieron sin haber visto este momento, Simeón sabe que es afortunado
por haber tenido a Cristo entre sus brazos.
Ha entrado
en el templo el Salvador del mundo y es ahora cuando de verdad aquel lugar ha
quedado consagrado por su presencia, pero ya será todo el mundo el que quede
lleno de su santidad. A partir de ahora la relación con Dios será mucho más
cercana y más amable.
Jesús ha
consagrado su vida para poner en el mundo lo que nosotros éramos incapaces de
hacer, así es como nos va a redimir de nuestros pecados. Él va a poner toda la
obediencia, todo el amor, todo el sacrificio, todo el perdón. Así con la fuerza
de esta entrega se va borrando el poder del pecado. Así nos deja limpios y
puros preparados para entrar en la presencia de Dios.
El Señor nos
va a mostrar también el camino a seguir: ofrecer toda la vida a la voluntad de
Dios, que es lo que vale más que cualquier sacrificio ritual.
Yo he sido afortunado como Simeón. Muchos profetas
y justos querrían haberte conocido como yo te conozco, haber hablado de ti y
meditado tus palabras, haber contemplado tu cuerpo glorioso en la Eucaristía y
no lo vieron. En cambio, me has dado a mí el honor de hablar en tu nombre,
predicar tu Reino y tomar en mis manos el Sacramento que nos salva.
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