Bienaventurados vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. (Lc 6,22-23)
Pablo concluye proclamando
que Cristo ha resucitado como primicia de
todos los que han muerto. Es su forma de afirmar que nuestra esperanza en
Cristo va más allá de las barreras de este mundo. También Cristo, que pasó por
la vida haciendo el bien, se vio enfrentado a la difamación y a la injusticia. Ante
los ojos de muchos pudo parecer que Dios lo había abandonado y que de nada
había servido su obediencia al Padre. Pero no, Cristo resucitó y venció a la
muerte y su pasión se convirtió en gloriosa.
Yo creo que esta reflexión
de Pablo puede ser una clave para comprender el mensaje de las Bienaventuranzas
como las presenta Lucas.
Se puede llamar felices a
los pobres, a los que tienen hambre o a los que lloran, también a los que son
perseguidos y difamados por Cristo. Porque su recompensa será grande en el
cielo. Porque en esta vida todo lo que se puede acumular se queda aquí pero lo
que se acumula ante Dios obtiene una gran recompensa para la eternidad.
Esta fue la actitud del mismo Jesús en su pasión y por eso pudo mostrar amor y perdón en los momentos más duros. Esta fue la actitud de los mártires cristianos, que sabían que perdían los bienes de este mundo y hasta la vida pero que ganaban bienes mucho mayores y alcanzaban la eternidad.
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