Esforzaos
a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y
no podrán. (Lc 13,24)
Ante la pregunta sobre si serán pocos los que se
salven, Jesús, anima a los discípulos a entrar por la puerta estrecha. La
salvación no va a ser un logro personal pero no podemos excusarnos en el amor y
la bondad de Dios para dejar la vida pasar sin aportar nada.
Hoy en día no se habla tanto de la condenación y
del infierno como en otros tiempos y yo no pienso que haya que volver a meter
miedo y a proponer una relación con Dios basada en el temor condenarse.
Pero el encuentro con el Señor no puede ser algo
rutinario y vacio. Si yo he conocido cuánto me ha amado Dios y he experimentado
en mi vida el poder de su presencia, entonces, su Palabra tiene que dejar huella
en mí. Y el Evangelio es Buena Noticia pero también es un mensaje exigente.
En los domingos anteriores se nos han propuesto
cosas tan radicales como vender todos los bienes y dar limosna para tener un
tesoro en el cielo, se nos ha hecho ver el absurdo de poner el corazón en las
riquezas. También nos ha animado a prender ese fuego en nosotros y a estar
dispuestos a afrontar la persecución. Así que no podemos pensar que el Señor
nos diga que nos quedemos tranquilos porque Dios nos quiere mucho y no nos
dejará condenarnos. No. Hay que entrar por la puerta angosta y hay que
esforzarse.
Pienso que en estos momentos que vivimos no puede
servir para nada una vida cristiana rutinaria, que se limita a cumplir lo
mínimo. Hay que esforzarse en vivir con más autenticidad, en hacer que nuestra
relación con el Señor nos vaya marcando el camino.
Hay que entrar por la puerta estrecha de una vida
espiritual profunda, seria. Una vida de oración que significa que estamos
permanentemente en relación con el Señor. Puede parecer que orar es perder el
tiempo porque hay muchas cosas que hacer, pero no debemos dejarnos engañar por
esos planteamientos materialistas. El Señor nos enseñó con su ejemplo la
necesidad de la oración y despertó en los apóstoles el deseo de orar como él.
Hay que entrar por la puerta estrecha de la
Caridad, del desprendimiento. Tenemos que ser capaces de vivir con sencillez,
como nos dice el lema de Cáritas, para que otros sencillamente puedan vivir. Y
deberíamos de tener siempre el deseo de hacer más y de ser capaces de una
entrega mayor.
Hay que entrar por la puerta estrecha del
testimonio. El testimonio será mi presencia como creyente que ora y se entrega
a los demás en medio de mi vida cotidiana, en mi familia, en mi trabajo en mis
relaciones con los demás. Así estaremos prendiendo ese fuego que Jesús quería
ver ya extendido por todas partes.
Cuando medito
tus palabras, Señor, descubro lo lejos que me encuentro de tu propuesta de
vida, pero también veo que tú me has marcado el camino para que vaya por él. Me envías siempre
señales que me orientan, me corriges como un Padre para que no me desvíe. Estoy
todavía lejos de la meta, pero camino por la ruta que tú me has marcado y tú me
guías con tu acción humilde y callada.
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