Se me
ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos
los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. (Mt 28,18-19)
El Señor Jesús tuvo un momento muy duro en su pasión, donde
parecía que todo estaba perdido. Pero a través de su abajamiento total Dios nos
mostró el camino para llegar a Él: el amor hasta el extremo.
Después de su resurrección y ascensión al cielo ha sido
constituido Señor de todo el universo. A Él se le ha dado todo el poder. Ahora llega
el momento de los discípulos. Hay que llevar este mensaje de salvación por
todas partes, hay que poner a todas las gentes en contacto con el Señor para
que puedan también alcanzar la salvación, hay que sembrar la semilla de la
Palabra para que produzca sus frutos de fraternidad y justicia por todos los
rincones de la tierra. Es una misión extraordinaria, por la que merece la pena
dedicar toda la vida y gastarse en ella.
Para llegar a ser discípulos hay que recibir el bautismo que
nos libra del pecado y nos une a Cristo, nos consagra a Dios para formar parte
de su pueblo santo, pero también hay que aprender todo lo que Jesús enseñó y
guardar esos mandamientos. Los mandamientos del Señor se concentran en el amor
a Dios y al prójimo. Pueden ser palabras muy sencillas y fáciles de aprender
pero también se puede decir que es la Palabra más grande que jamás se haya
podido decir en este mundo.
Yo soy de los que
muchas veces dudan porque me inquietan los vaivenes de la vida. Pero tú estás
ahí con todo el poder que se te ha otorgado y me dices que estarás con nosotros
siempre, hasta el fin del mundo.