Hemos
encontrado al Mesías (Jn 1,41)
Nos cuenta el
Evangelio de Juan cómo los primeros discípulos conocieron a Jesús. Primero fue
el Bautista quien le indicó a dos de ellos que Jesús es el Cordero de Dios. Aquellos
dos discípulos se animaron a ir con él y a ver donde vivía. Sin duda aquel
encuentro con Jesús fue para ellos algo extraordinario, se les quedó muy
grabado hasta el punto de recordar mucho tiempo después la hora en la que todo
comenzó.
Conocer a Jesús
fue algo tan impresionante que produjo en ellos una alegría inmensa y sintieron
la necesidad de contárselo a los demás. Así, nos cuenta el Evangelio cómo
Andrés fue a buscar a su hermano Simón para decirle que habían encontrado al
Mesías y cómo Simón fue corriendo a conocer de forma personal a Jesús.
Simón Pedro y
los demás discípulos vivieron con Jesús momentos trascendentales. Se estaba
cumpliendo todo lo que los profetas habían anunciado y ellos fueron los protagonistas
de los acontecimientos que nos alcanzaron la salvación.
También hoy
hay muchas personas que buscan una respuesta a sus preocupaciones y tal vez, en
muchos casos, la buscan por caminos equivocados. Lo sabemos bien, no es el
dinero, no es el placer y tampoco nada mundano quien nos puede salvar. Nosotros
lo sabemos muy bien, es Jesús quien viene a traernos la Buena Noticia con la
entrega de su vida.
Por eso nos
sentimos contentos en su presencia. Alguna vez alguien nos llevó a Él y nos
acercamos a conocerlo. Sentimos la alegría de su amor, sentimos la emoción de
estar con Él, supimos que sus palabras nos animaban en todo momento y el
ejemplo de su vida lo convertimos en un ideal para toda nuestra vida.
Esta alegría
de conocer al Señor no se puede guardar, sentimos la necesidad de compartirla
con todos, de gritar a todos los que andan buscando una respuesta que es Jesús el
que nos trae la Buena Noticia. Es necesario que lleguemos a ser testigos de
esta vida nueva, para que otros se animen a buscar a Jesús y a dejarse encontrar
por Él. A su vez ellos llevarán a otros ante su persona y seguirá creciendo
nuestra gran familia cristiana. Cuantos más hermanos somos, mayor también es
nuestra alegría.
No me has librado de mis problemas pero te
has comprometido a estar conmigo para ayudarme a afrontarlos y a superarlos. Sentir
tu presencia salvadora en mi vida y saber que estás siempre que te necesito es
la energía que me permite afrontar las dificultades. Sé que estás dispuesto a
ayudarme a levantarme siempre que caigo, sé que nunca me fallas pase lo que
pase. Yo también te digo: Aquí estoy, haz de mí lo que quieras.