De su
plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia, porque la ley se dio por
medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. (Jn 1,
17)
La presencia
de Jesús en nuestro mundo ha dado comienzo a la era de la gracia. Ya el ángel
Gabriel había saludado a María con un nombre nuevo, la llamó llena de Gracia. Y es que comenzaba una
nueva era en la historia de la humanidad. Hasta entonces la ley había tratado
de expresar la voluntad de Dios para animar a los hombres a ser santos, pero
había fracasado porque al quebrantarla todos quedaron marcados por el pecado. Pero
la Palabra se ha hecho carne; el Hijo de Dios ha venido a nuestro mundo para
traernos la luz que disipa toda oscuridad. Él llama a nuestra puerta y podemos
abrirle o no. Si lo recibimos nos otorga el poder de ser Hijos de Dios.
Es un poder
diferente de los poderes de este mundo. No es el poder de someter a los demás,
tampoco el poder de controlar la naturaleza. Es el poder de ser libres como Él,
el poder de amar intensamente y de entregar la vida, el poder de afrontar los
problemas con paz y de comunicar a los demás esta esperanza. Es el poder de
animar, de consolar y de acompañar. En realidad es un poder muy grande que se
percibe cuando se cree. Es la verdadera sabiduría.
María, la Llena
de Gracia, participó como nadie de este poder. Así ha llegado para todos
nosotros la posibilidad de recibir la gracia que Cristo nos ofrece a todos. No podríamos
lograrlo por nuestros méritos, porque a nosotros nos cuesta mucho vivir el
amor, nos cuesta mucho sacrificarnos o desprendernos de nuestras cosas. Sabemos bien cómo nos sentimos
apegados a lo material. Pero la gracia hace posible que seamos santos. Es la
fuerza del Espíritu Santo que actúa en nosotros y pone todo el amor que nos falta;
es el poder de la Eucaristía que nos mantiene fuertemente unidos al Señor, es
la limpieza de la purificación de nuestros pecados. Todo lo hemos recibido de
la plenitud de Jesucristo, la Palabra hecha carne.
El mundo se ha llenado una vez más de tu
gloria. Tal vez a muchos le haya pasado desapercibido. Pero tú estás aquí, en
medio de nosotros sosteniendo nuestras vidas.
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