Señor, cinco talentos me entregaste; aquí
tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. (Mt 25,20)
Como a los empleados de la parábola, el Señor nos
ha dejado también a nosotros unos talentos para que obtengamos con ellos alguna
ganancia.
A la luz de estas palabras de Jesús llega para mí
el momento de meditar sobre todo aquello que tengo de bueno. No se trata de
vanagloriarme de mis cualidades ni de caer en la soberbia, pero tampoco sería
verdadera humildad dejar de reconocer lo que Dios me ha dado. Sobre todo, creo
que es importante saber que lo que tengo es un don recibido. No hay motivos
para la vanidad si reconozco que lo he recibido. Además, al reconocer que todo
lo bueno que hay en mí es un don de Dios, tengo claro que debo emplearlo para
su servicio, es decir, para construir su Reino y dar frutos de justicia y de
paz.
Son dones de Dios mis cualidades y mis capacidades
personales pero también lo son mis posibilidades
materiales, el cariño de la gente, el apoyo de mi familia y de mis amigos. Todo
es un regalo de Dios. Por todo le tengo que estar agradecido y he de cantar
continuas alabanzas. Al hacer este ejercicio puedo ver las cosas en positivo. El
Señor me ha dado mucho más de lo que yo esperaba y todo ello sin merecerlo.
También es un gran don la fe en Él, por haberlo
conocido desde pequeño. Poder rezarle cada día y sentir que está conmigo y que
no me deja solo. Es un don que tengo que compartir con los demás para que también
llegue a todos la alegría de sentirse salvados por Jesús.
Señor Jesús,
me has dado el don de una vocación que supera todas las posibilidades humanas. Siendo
un pobre pecador me has convertido en administrador de tu gracia y en portavoz
de tu mensaje. Por ti lo dejaré todo y trabajaré para que esta gracia produzca
mucho fruto.
Hermosas palabras. Yo también le doy gracias a Dios por las muchas cosas que me ha dado. Entre ellas el don de tu amistad. Lebana
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