Este es el pan que
ha bajado del cielo:
no como el de
vuestros padres, que lo comieron y murieron;
el que come este pan
vivirá para siempre.
Jesús nos ofrece su carne para que
alcancemos la vida. Estas palabras, al no ser comprendidas dieron lugar a
muchas dudas entre los oyentes: ¿Cómo
puede darnos a comer su carne? Pero nosotros sí que llegamos ya a
comprender que nos habla de la
Eucaristía, que se trata de un sacramento y no de un acto de canibalismo.
Jesús ha tenido una forma de entender la
vida. Sabe que ha venido al mundo como enviado para cumplir un encargo por
parte del Padre. Toda su vida la ha dedicado al cumplimiento de ese encargo. Ya
de pequeño dijo que tenía que ocuparse de los asuntos de su Padre. Como dice la
carta a los Hebreos, al entrar en el mundo dijo: aquí estoy para hacer tu voluntad.
La voluntad del Padre es para Jesús el
verdadero alimento. En el cumplimiento de su misión se ha convertido ya en el
pan de la vida para todos nosotros. El pan que se convierte en el alimento cotidiano y casi
imprescindible, el pan que es siempre para nosotros signo de lo bueno. Este es Jesús, el buen pan que nos muestra la voluntad del Padre y nos la
propone como alimento de la vida.
Hacer la voluntad del Padre significa entregar la vida por amor, demostrar
con la vida el gran valor del amor al prójimo, con todo lo que eso lleva
consigo: perdón, sacrificio, renuncia, donación… esto es dar a comer su carne.
Al conocer a Jesús hemos pasado a ser
adultos en la fe. Se nos puede proponer una forma de vida radical como es el
Evangelio, como encontramos en las Bienaventuranzas y en el sermón de la
montaña; es una propuesta que nos resulta utópica, que nos parece maravillosa
pero que no la vemos hecha realidad: ¿quién
cumple eso? Eso lo hace nadie… y parece que Jesús nos dice, pues, vamos, ponte a hacerlo tú.
Pero también nos ofrece un alimento especial
para que sea posible: nos da a comer su carne. Es como si nos animara a llenar nuestra vida con su propio amor.
Él mismo quiere estar viviendo dentro de ti y amando al mundo dentro de ti. Así
se puede hacer posible la utopía. Tal vez te hayas preguntado alguna vez por
qué alguien ha sido capaz de perdonar de verdad, de dar su vida por los demás,
de desprenderse de todo… la respuesta está en la Eucaristía.
Puedes pensar, con razón, que mucha gente no
vive la Eucaristía de verdad, que puede haber mucha hipocresía; ante esto yo no
quiero ser un juez de la vida de los demás, cada uno dará cuenta a Dios de su
vida. Yo prefiero mejor, intentar convertirme en un testigo del amor con mi
propia vida.
Por eso me propongo vivir de verdad la
Eucaristía. Si voy a comer la carne de mi Señor, procuraré apartarme del
pecado, confesarme con frecuencia para que Dios me purifique con su gracia, y
esforzarme en hacerme digno del regalo que se me ha entregado dándome yo
también a los demás.
Tu
carne y tu sangre me dan la vida, me renuevan cada día y me dan fuerza para
seguirte. Te has quedado conmigo para siempre.