"Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente;
y el pan que yo daré es mi carne por la vida del
mundo". (Jn 6,51)
Jesús ha entregado su vida nos propone seguir su
camino, un camino muy exigente. Nos ha dado su carne, porque ha ofrecido toda
su persona, todo su ser y ha culminado esta entrega con su muerte en la cruz.
Su cuerpo ha sido entregado por nosotros y su sangre ha sido derramada por
nosotros. Así es como ha querido llenarnos de vida, librarnos del poder de la muerte.
Seguir su camino es una propuesta apasionante. Es mostrar al mundo el amor inmenso de
Dios, no con meras palabras sino con hechos concretos, pretender construir un
mundo que sea una familia de hermanos, un mundo donde reine de verdad el amor.
Este proyecto supone un compromiso muy serio que requiere grandes sacrificios,
que supone renuncias y que lleva siempre el sello de la cruz. Como Jesús se ha
convertido en pan de vida, así tengo yo que seguirlo haciéndome buen pan para
mis hermanos.
Sin duda se trata de un camino superior a mis fuerzas. Humanamente me resulta imposible
llegar a tanta radicalidad y me veo desbordado constantemente por la realidad.
No soy capaz de vivir con tanta santidad, no soy capaz de entregarme sin
reservas, ni siquiera me veo capaz de perdonar de verdad o de desprenderme de
lo mío por los demás. El proyecto es apasionante pero yo soy muy débil y muy
pequeño para sacarlo adelante.
Pero el Señor, que se ha entregado y me invita a
seguirlo, es también mi alimento. Es el pan que me da las fuerzas necesarias
para superar este camino. Él está aquí en la Eucaristía y me da fuerzas para
resistir la tentación, fuerzas para mantener encendida la llama de la fe frente
a la oscuridad de la duda, fuerzas para poder sostener a los que se tambalean y
me buscan para apoyarse. La Eucaristía es el alimento que necesito cada día
para vivir de verdad el Amor total.
Muchas
veces me siento agotado y creo que he llegado al límite, pero tú siempre me
dices que tengo que continuar; me pones delante a todos los que me necesitan y
me urges para que continúe. Para que no desfallezca me has dado un alimento
celestial que eres tú mismo: es tu Palabra, es tu presencia y, de un modo
particular es el pan eucarístico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario