«El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el
Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel,
que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban
estéril, porque para Dios nada hay imposible.» (Lc 1,35-36)
Ha llegado el momento en el que se van a
cumplir las promesas que Dios había venido haciendo desde que entró el pecado y
estropeo todo lo bueno que Dios había creado. Dios va a enviar a su Hijo único,
al que ama como sólo é puede amar, porque su amor se extiende también a cada
uno de nosotros y no puede dejarnos en esta esclavitud. Para llevar a cabo su
proyecto necesita la colaboración de María.
María es libre para decir sí o no. Dios
quiere contar con ella pero ha de ser ella quien responda y ponga su vida a
disposición del plan de Dios. Lo que Dios le propone es muy hermoso porque ella
será la madre del gran rey y quedará para siempre en la historia su generosidad
por haber dicho sí a Dios. Pero también va a ser un gran sacrificio para ella
aceptar la voluntad de Dios. Lo que Dios le pide es imposible a los ojos
humanos y María, en su sencillez sabe bien que no puede estar a la altura de
esa misión. Además será también muy duro para ella. Dios ha entrado en su vida
para cambiar por completo todos sus planes. Pero ella es libre para decidir. Podría
decir que no y seguir con una vida tranquila y olvidada, pero el mundo no
recibiría entonces a su Salvador.
La generosidad de María, junto con José, nos
permite hoy conocer a Cristo y alegrarnos de haber sido salvados.
A las puertas de la Navidad, en este año tan complicado en el que todo es tan distinto a lo de siempre, podemos alegrarnos una vez más porque el Señor viene a estar entre nosotros y nos salva. Hoy es un día para el asombro por el empeño de Dios de darse a conocer y para el agradecimiento por la entrega de su Hijo amado. Y también el agradecimiento a María por haber puesto su vida en manos de Dios y haber aceptado su voluntad con todas las consecuencias que supuso para su vida.
Siento
también tu llamada y me quedo sobrecogido, porque todo lo que me pides me
resulta imposible. Yo sé bien lo débil y lo ignorante que soy, yo sé bien lo
lejos que estoy todavía de la santidad, lo torpe que soy para seguir tu camino.
Pero tú te empeñas conmigo y cada día me propones un nuevo reto que me resulta
inalcanzable. Me siento perdido y tú me dices una vez más: No temas, yo estoy
contigo, para mí no hay nada imposible.
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