Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen
en él, sino que tengan vida eterna. (Jn 3,16)
El mundo está lleno de seducciones y de
engaños que nos pueden apartar de Dios. Jesús nos dijo que estamos en el mundo
pero no somos de este mundo. En realidad nuestra patria definitiva está en el
cielo.
Pero el mundo no ha sido rechazado por Dios
sino amado por él, hasta el punto de enviar a si Hijo único para que lo salve.
Dios no ha querido condenar al mundo sino salvarlo por medio de Jesucristo.
Si Dios ha amado al mundo de una manera tan
extraordinaria, los que deseamos hacer su voluntad no podemos dedicarnos a
juzgar y condenar al mundo, esto no tendría sentido, más bien tendremos que
aprender a amar al mundo con sus grandezas y sus miserias. Desde este amor le
anunciaremos el evangelio como medio de salvación.
Alabado
seas Señor, Padre Santo, que has amado al mundo y le has enviado a tu Hijo para
salvarlo.
Alabado
seas Señor, Hijo amado del Padre, Jesucristo, que has derramado tu sangre para
el perdón de los pecados y has sellado la Nueva Alianza.
Alabado
seas Señor, Espíritu Santo, que animas a tu Iglesia y la enriqueces con tus
dones.
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