Habrá también
fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo
eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las
cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi
nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. (Lc 21,12-13)
Jesucristo nos habla con estas imágenes
apocalípticas de cómo las cosas terrenas tienen su final. También el templo de
Jerusalén, que había sido la admiración de muchos visitantes, quedó destruido y
sólo conservamos de él el muro de las lamentaciones. No tiene sentido
aferrarnos a las cosas mundanas, por bellas o buenas que sean, porque todo se
termina. Mejor que pongamos nuestro corazón en Dios, en su Palabra, en sus
promesas, en las cosas del cielo que son las que durarán para la vida eterna.
De este modo podremos vivir con paz los
momentos difíciles, que nunca nos faltarán. Cuando pasemos por grandes
sufrimientos, por duros que sean, podremos convencernos de que son pasajeros,
como todo lo de este mundo, y tenemos la certeza de que nos espera entrar en la
presencia de Dios y encontrarnos con
nuestro salvador.
Hoy en día tenemos noticias de persecuciones
a los cristianos, de mártires actuales que nos recuerdan los primeros siglos
del cristianismo. Ellos encuentran fuerza y ánimo en estas palabras de Jesús.
Están comprobando en sus personas que la persecución es una ocasión para dar
testimonio de su fe en Cristo, pueden darse cuenta de que es verdad que el
Señor pone en sus bocas palabras llenas de sabiduría. Yo he tenido la suerte de
conocer a Elías, un sacerdote de Alepo y me ha impresionado el testimonio de
reconciliación de su comunidad cristiana después de la guerra. La persecución y
la destrucción de su catedral fueron una oportunidad para ser testigos del amor
de Jesucristo y de su llamada a vivir de verdad la paz y el perdón. No
olvidemos a estos hermanos y oremos por ellos para que nuestra oración los
sostenga y su testimonio siga siendo una semilla del Evangelio en este mundo. Tengamos
nosotros siempre la mirada en el Señor para que no nos vengamos abajo ante
cualquier dificultad. El Señor nos anima a la perseverancia en medio de las
pruebas que nos correspondan en cada momento.
Tal vez para nosotros la prueba es la
apatía, la indiferencia de nuestro mundo ante el Evangelio. Pues también
estamos llamados a la perseverancia en medio de esta situación. Aunque todos
abandonen la práctica religiosa mantengámonos firmes en la oración, en la vida
cristiana de cada día, en la alegría de sentirnos hermanos de todos, en la misa
de cada domingo y en el esfuerzo por vivir la caridad con el prójimo; seamos
así testigos de Cristo en nuestros ambientes y no pongamos nuestro corazón en
cosas materiales que al final se desmoronan sino en Jesucristo que vive para
siempre.
Tú
eres la verdadera sabiduría que se puede encontrar. Tu mensaje es la verdad que
nos hace libres y tu presencia viva me sostiene cada día y deja siempre una
huella fuerte en mí.
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