Sed
misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis
juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados;
dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida,
rebosante, pues con la medida que midiereis se os medirá a vosotros». (Lc
6,36-38)
La serpiente que engañó a
Eva la invitó a comer del fruto prohibido para que llegara a ser como Dios en
el conocimiento del bien y del mal. Ciertamente, llegar a ser como Dios es un
gran deseo. Y el mismo Jesucristo es quien nos anima también a ser como Dios.
Pero no nos confundamos, lo que caracteriza a Dios no es ser todopoderoso ni
saberlo todo ni verlo todo; estas cualidades de Dios son grandes pero no son
las más importantes. Lo que de verdad define a Dios no es su poder o su
sabiduría sino su amor. Así que podemos volver a sentir el deseo que tuvo Eva:
llegar a ser como Dios. Para eso hay que tener el corazón de Dios y mirar a
cada persona como Dios la mira. No es de extrañar que Jesús hable de amar
incluso a los enemigos y de responder incluso a las agresiones desde el amor.
Hoy día, con las redes
sociales y el anonimato que se nos permite a través de internet, podemos leer
muchos mensajes de odio. A veces de odio gratuito. Pienso también en el odio
que se siembra señalando y acusando a unos y otros de grandes maldades o
echándoles la culpa de los males que tenemos. Esto no es nada nuevo, ya lo hizo
Nerón con los cristianos o Hitler con los judíos.
Estos discursos de odio lo
que hacen es recibir más odio como respuesta y entramos así en la espiral del
odio: si tú me has hecho esto yo estoy legitimado para hacerte lo mismo. Y no
acabamos nunca.
Jesús fue víctima del odio
de mucha gente. Recordemos cómo lo calumniaban y lo acusaban de estar
endemoniado, de promover la rebelión o de ser un blasfemo; recordemos a la
gente burlándose de él cuando estaba en la cruz, a los soldados que lo
golpeaban, a Judas que lo besó para entregarlo o a los apóstoles que salieron
corriendo y lo dejaron solo porque tuvieron miedo. Pero él no quiso encerrarse
en la espiral del odio y sus palabras fueron: Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen.
Así que estamos llamados a
ser como Dios. A ver si es verdad que somos capaces de hacer la revolución de
la ternura.
Y para alcanzar esta meta
de ser como Dios tenemos que seguir al verdadero experto, tenemos que dedicar
mucho tiempo a conocer a Jesús en el Evangelio y en el encuentro personal con
él en la oración.
Cómo me gustaría ser sembrador de amor a
todos, cómo me gustaría que saliera adelante un movimiento social que nos fuera
haciendo descubrir todo lo bueno que hay en las personas que tenemos alrededor para
que lo que más brille sea todo lo bueno y bello que estamos aportando unos y
otros a este mundo. Y que los mensajes de odio y rechazo dejen paso a mensajes
de amor y de acogida.
Señor
Jesucristo, verdadero maestro en hacer la voluntad del Padre, verdadero experto
en el amor. En ti hemos recibido el mayor testimonio y has hecho ver que tus
palabras son verdad y vida. Nosotros somos débiles y estamos heridos por el
pecado pero tú nos llenas con el poder del Espíritu Santo. Por tu sangre
derramada nos has concedido la posibilidad de entrar en la divinidad y nos has
enviado tu Espíritu Santo para que con su ayuda superemos todo lo que nos ata a
este mundo. Concédenos tu amor para que seamos la sal y la luz capaz de cambiar
el corazón humano.