Encontraréis un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre. (Lc 2, 12)
En esta noche santa de Navidad me siento impulsado
a contemplar al Señor en el pesebre y tratar de comprender todo lo que me está
diciendo al nacer en estas circunstancias.
Los profetas habían anunciado lo que iba a suceder
y muchos hombres de fe esperaban que llegara este gran día.
Unos pastores fueron los afortunados que
recibieron la Buena Noticia, la gran alegría para todo el pueblo. El Salvador
ha nacido. Los coros de los ángeles cantan la gloria de Dios y la luz inunda a
aquellos pobres hombres. Dios ha cumplido su promesa y ha venido a este mundo.
Ahora llega la sorpresa. Dios no aparece de forma
espectacular, es un niño pequeño que está envuelto en pañales y acostado en un
pesebre. Porque Dios no hace las cosas de forma espectacular sino que se deja
ver en medio de lo cotidiano. Es un Dios escondido que se muestra para el que
tiene fe.
Para alguien que esperara signos espectaculares y
un poder fuera de lo común, esto puede resultar una gran decepción. Dios
prefiere mostrar su gloria desde la más absoluta pobreza. Esta es la gran
alegría para todo el pueblo. Dios no está entre los grandes y poderosos, porque
entonces sería inalcanzable. Ha preferido estar entre los humildes para que todos
lo podamos sentir cercano.
Si te miro
desde la fe yo también podré descubrirte cada día en mi vida a través de cosas
sencillas y cotidianas y podré contemplar tu gloria.
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