No
perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. (Jn 14,1)
Los apóstoles iban a pasar por una prueba muy dura, la
pasión de su Maestro. Allí iban a comprobar cómo los caminos de Dios son
distintos de los planteamientos humanos. Sería el momento de descubrir el poder
del mal y del pecado. Hasta ellos mismos quedarán marcados por su cobardía y su
huida ante el arresto de Jesús. Pero también tendrían que comprender después que
Dios convertiría todos estos hechos en un río de gracia y salvación.
Jesús, sabiendo todo lo que va a suceder los anima. Tal vez
no comprendan ahora el alcance de sus palabras pero, después tendrán tiempo de
reflexionar sobre todo lo que ha sucedido para comprender cómo Dios iba
conduciendo todos los acontecimientos, cómo de la pasión del Señor nos iba a
llegar a todos el perdón de los pecados, de su muerte nos llegaría la vida y de
su Resurrección todos podríamos alcanzar la gloria.
Creer significa no perder nunca la esperanza a pesar de que
las cosas parezcan indicar siempre lo contrario. Es confiar en Dios que conduce
nuestros pasos aunque nos lleve por caminos tortuosos.
Así miro yo mi vida y trato de comprender el día a día. Así quiero
mantener siempre viva la alegría para poder animar y consolar a los que pasan
por momentos difíciles.
Nos has prometido que
nos concederás lo que pidamos en tu nombre. Por eso me atrevo a orar para
pedirte cosas materialmente imposibles pero necesarias. Tú sabes bien cuántas
cosas hay que tengo que encomendarte y yo las pido en tu nombre para que me las
concedas como tú creas oportuno. Sea lo que sea te doy las gracias y acepto
siempre tu voluntad.