Ya no os llamo siervos,
Porque el siervo no sabe lo que hace su señor:
A vosotros os llamo amigos,
Porque todo lo que he oído a mi Padre
Os lo he dado a conocer. (Jn 15,15)
Jesús ha venido a hacernos partícipes del amor del Padre. Él mismo nos dice que nos ha amado
lo mismo que el Padre lo ha amado a Él. Por eso quiere tenerme como amigo.
Tal vez sea interesante tener un siervo que
obedezca dócilmente todas tus órdenes por miedo al castigo. Pero eso no es lo
que le interesa a Dios ni tampoco a su Hijo.
Dios se ha revelado como Padre y quiere que acuda a
Él como hijo para darme todo su amor, para escuchar todo lo que quiera contarle
y ofrecerme todo lo que me puede hacer feliz. Quiere que me sienta con
confianza y familiaridad, que su presencia me llene de inmensa alegría.
Jesús tampoco quiere siervos sino amigos. Tiene un
mandamiento que proponer pero es un mandamiento que no se puede cumplir por
miedo o por servilismo. Su mandamiento
es el amor y sólo se puede cumplir por un sentimiento profundo.
Ha sido Él
quien me ha amado primero, quien me ha llamado y elegido para que dé fruto
abundante. Ha sido Él quien ha venido a mí para que yo lo conozca y sienta su
gracia actuar dentro de mí.
Siento que todo lo que el Señor me manda es más un
privilegio que una carga, es más un regalo que una tarea. Al acercarme a Él he
experimentado la fuerza de un amor impresionante que no se puede expresar con
palabras y es como un fuego que arde
dentro de mí y que no puedo apagar.
Es un sentimiento de alegría que me impulsa a
querer compartir con todo el mundo este gozo pleno, a desear que todos puedan
ser felices, a mirar a cada persona como un hermano querido y no pasar
indiferente ante nadie que se cruce en mi camino.
Si el encuentro con Jesucristo es capaz de producir
estos sentimientos dentro de mí qué hermoso será el mundo cuando todos lo
conozcamos y todos nos sintamos hermanos y todos experimentemos cómo arde dentro de
nosotros esa llama inextinguible del amor.
Tú me has
comunicado el amor del Padre con la entrega de tu vida. Nadie tiene amor más
grande que el que tú has mostrado en la cruz. También me has dejado un
mandamiento, un solo mandamiento que contiene todos los secretos de la
felicidad: el Amor. Es un mandamiento que se puede cumplir siendo amigo y no
siervo. Como tú me has amado yo he de amar también a mi prójimo para que el
Amor siga extendiéndose por toda la tierra y haga llegar tu Reino.
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