Cuando
bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que
el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» (Mt 17,9)
Una vez más ponemos nuestra mirada en el Señor Jesús.
Estamos preparando nuestro espíritu para celebrar la Pascua del Señor y no
podemos dejar de fijarnos en él.
San Pablo le recuerda a Timoteo que Cristo nos ha
librado de la muerte y nos lleva a la vida, no por nuestros méritos. Esto me
parece importante. Ha sido su amor, el amor de un Padre que no puede dejar que
sus hijos se pierdan.
No se trata de algo que hayamos podido alcanzar
nosotros, porque no tenemos méritos que presentar ante Dios. Seguramente que
hemos hecho muchas cosas buenas, es verdad; pero la experiencia nos dice que
cuando hemos hecho algo bueno, también nos llega el momento de pecar. Estamos
siempre en el camino dando pasos hacia delante y hacia atrás.
Pero por pura gracia, Jesucristo nos ha librado del
pecado y nos ofrece alcanzar la vida.
Pablo anima a Timoteo a tomar parte de los duros
trabajos del evangelio. Es consciente de que no se trata de algo fácil, como no
fue fácil para Cristo afrontar su misión, como no fue fácil para Abraham tener
que dejar todo lo que tenía, dejar sus seguridades, para ponerse en camino
hacia lo desconocido, simplemente confiando en Dios que lo llamaba y le
prometía algo mucho mejor. Por eso Abraham es el padre de la fe.
Todos ellos podían mirar hacia la promesa de bienes
mucho mejores. Abraham confió en Dios porque no puede fallar a su Palabra.
Aunque fuese duro todo lo que le tocara vivir, él sabía que Dios cumpliría su
promesa y lo convertiría en una bendición para toda la humanidad.
Timoteo tiene que afrontar los duros trabajos del
Evangelio pero sabe que Jesucristo es la luz que necesita el mundo y que la
vida no vale nada sin él.
Hoy podemos nosotros contemplar la gloria de Jesús en
su transfiguración. Podemos contemplar esta gloria en la Eucaristía de este
domingo y así fortalecer nuestro espíritu para responder a la llamada de Dios y
ponernos en camino confiando en su Palabra.
Tú te has revelado como el Hijo amado de Dios y me has permitido contemplar tu gloria divina en la sencillez de los sacramentos. Contigo a mi lado no tengo nada que temer