Señor,
¿A quién vamos a acudir? Tú tienes Palabras de Vida eterna. Nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios. (Jn 6,68-69)
Había dicho
el papa Francisco que primero es el encuentro con Jesucristo y después vendrá
la moral. Me parece interesante este mensaje.
Pedro y los
demás apóstoles habían conocido a Jesús muy de cerca. Habían contemplado
prodigios inexplicables, habían visto huir a los espíritus inmundos y habían
escuchado unas palabras sobre Dios que les llenaban el corazón. Estar con Jesús
era una experiencia que no se podía cambiar por ninguna otra.
Cuando la
gente descubre que este mensaje es muy exigente, empiezan a abandonar al Maestro. Pero los que
habían estado con él en todos esos momentos tan extraordinarios no pueden dejarlo.
Saben que nadie podrá igualarse nunca a Él. Necesitan seguir escuchando ese
mensaje de salvación, necesitan sentir la seguridad de estar cerca del único
que puede comprenderlos y ayudarles en todas las circunstancias.
Los que
dejaron de seguir a Jesús no lo habían conocido de verdad, esperaron de él otra
cosa y se decepcionaron cuando comprendieron que no respondía a sus
expectativas.
Los que
conocemos a Jesucristo sabemos que él es la respuesta a las inquietudes más
profundas de la gente. No hay nadie que se le pueda comparar. Él es el santo
consagrado por Dios, quien nos habla al corazón, quien nos ayuda a conocernos a
nosotros mismos y a valorar todo lo que hay de bueno en nosotros. Ya no podemos
acudir a ningún otro.
El reto que
se nos plantea en este mundo alejado de Dios no es luchar contra las doctrinas
equivocadas ni defender nuestro mensaje a capa y espada. El desafío que tenemos
hoy es el de hacer que la gente que anda despistada llegue a conocer de cerca a
Jesús y a experimentar la alegría de su presencia y la belleza de su mensaje.
Tú eres de verdad mi salvador. Me has hecho
sentir la fuerza de tu Palabra que es capaz de llenar de ilusión mi vida, me
has permitido experimentar el poder de tu perdón que me permite levantar cada
día la cabeza y seguir caminando sin miedo; me has llenado de alegría con tu
presencia porque me haces saber que nunca estaré solo porque tú eres siempre
fiel y estás cerca de todo el que cree en ti. Aunque sé que me pides la vida y
que quieres que te lo dé todo, no puedo dejar de estar contigo: tú tienes
palabras de vida eterna.
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